‘Paseo’: Un jardín convertido en palabras
El escritor Juan Martínez de las Rivas relata en ‘Paseo’ su especial relación con el jardín de una finca que heredó.
José María Faerna
29 de mayo de 2023
Historiador y periodista especializado en arte, arquitectura y diseño
Este hermosísimo libro es la expresión literaria de la relación del médico y escritor Juan Martínez de las Rivas con el singular jardín de una finca heredada en Ávila. Martínez de las Rivas no sabía nada de plantas y jardines, pero se las arregló gracias a la generosidad de un jardinero local y ha acabado por hacer del jardín la clave de su universo personal.
Entrada a la casa-museo del pintor Joaquín Sorolla en Madrid. Foto: Pepe Plana
Javier de Wynthuisen (1874-1956) es la figura más importante de la jardinería española en el siglo XX. Fue un pintor relevante en la España del primer cuarto de siglo, amigo de Sorolla y Rusiñol y también de Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti y los hermanos Machado; pero fue, sobre todo, el primer gran estudioso de los jardines históricos españoles y responsable de su consideración y protección como piezas imprescindibles del patrimonio artístico. Intervino en la conservación y restauración de algunos de ellos, desde el Real Jardín Botánico a la Alameda de Osuna o la Moncloa en Madrid, y diseñó otros muchos de nueva planta para instituciones públicas y clientes privados.
Colores y texturas mediterráneas transforman un jardín en Madrid
Javier de Wynthuisen (1874-1956) es la figura más importante de la jardinería española en el siglo XX. Fue un pintor relevante en la España del primer cuarto de siglo, amigo de Sorolla y Rusiñol y también de Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti y los hermanos Machado; pero fue, sobre todo, el primer gran estudioso de los jardines históricos españoles y responsable de su consideración y protección como piezas imprescindibles del patrimonio artístico. Intervino en la conservación y restauración de algunos de ellos, desde el Real Jardín Botánico a la Alameda de Osuna o la Moncloa en Madrid, y diseñó otros muchos de nueva planta para instituciones públicas y clientes privados.
Colores y texturas mediterráneas transforman un jardín en Madrid
Imagen del jardín de San Segundo en Ávila, con la muralla al fondo. Foto: cortesía de Juan Martínez de las Rivas
Cuando el médico y escritor Juan Martínez de las Rivas heredó una finca lindante con el extremo noroccidental de la muralla medieval de Ávila que albergaba un jardín singular de más de 3.000 metros cuadrados, nada sabía de plantas y jardines.
Tampoco quién era Winthuysen, ni que fuera él quien diseñó este jardín para su primer propietario, Eusebio Güell, hijo del mecenas de Gaudí que da nombre al Park Güell y a la Colonia Güell, pero enseguida estableció un vínculo estrecho con un lugar cuyo mantenimiento no podía permitirse. Sin embargo, se las arregló gracias, en buena medida, a la generosidad del viejo jardinero local que se había ocupado de él desde hacía años, con quien acabaría forjando amistad y que lo fue instruyendo en las habilidades básicas del oficio.
Cuando el médico y escritor Juan Martínez de las Rivas heredó una finca lindante con el extremo noroccidental de la muralla medieval de Ávila que albergaba un jardín singular de más de 3.000 metros cuadrados, nada sabía de plantas y jardines.
Tampoco quién era Winthuysen, ni que fuera él quien diseñó este jardín para su primer propietario, Eusebio Güell, hijo del mecenas de Gaudí que da nombre al Park Güell y a la Colonia Güell, pero enseguida estableció un vínculo estrecho con un lugar cuyo mantenimiento no podía permitirse. Sin embargo, se las arregló gracias, en buena medida, a la generosidad del viejo jardinero local que se había ocupado de él desde hacía años, con quien acabaría forjando amistad y que lo fue instruyendo en las habilidades básicas del oficio.
Elemento de riego por inundación de origen persa en jardín de San Segundo en Ávila. Foto: cortesía de Juan Martínez de las Rivas
El escritor empezó a pasar allí temporadas hasta instalarse en la casa y adaptar su vida profesional para hacer de aquel jardín en sabia pendiente, con laberinto, bosquetes, manantial, alberca, estanques y pozos, su dedicación, pero también la clave de su universo personal, de su relación con el mundo.
El escritor empezó a pasar allí temporadas hasta instalarse en la casa y adaptar su vida profesional para hacer de aquel jardín en sabia pendiente, con laberinto, bosquetes, manantial, alberca, estanques y pozos, su dedicación, pero también la clave de su universo personal, de su relación con el mundo.
Portada de ‘Paseo’, de Juan Martínez de las Rivas (Editorial Pre-Textos)
Paseo, el hermosísimo libro que acaba de publicar, es la expresión literaria de esa relación, “se propone recrear en palabras el jardín” a través de un relato compuesto de fragmentos agregados y disímiles, como un collage.
► Encuentra inspiración entre miles de fotos de jardines en España
Paseo, el hermosísimo libro que acaba de publicar, es la expresión literaria de esa relación, “se propone recrear en palabras el jardín” a través de un relato compuesto de fragmentos agregados y disímiles, como un collage.
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Los fragmentos se hilan a veces como capítulos de una novela, especialmente cuando el autor da cuenta de su llegada al lugar y de su relación con el viejo jardinero hasta su definitiva jubilación y la consiguiente asunción de la responsabilidad total de los trabajos.
A veces funcionan como entradas de un diario donde acompañamos al autor en un paseo con el perro por el campo, asistimos a su felicidad en un día de labor escardando o quitando malas hierbas, tenemos noticia de sus descubrimientos en el jardín, de los consejos que recibe de visitantes expertos o de los que da él a los amigos que se los solicitan cuando ya ha ido adquiriendo seguridad en el oficio, del paso por allí de personajes ilustres como el novelista Vargas Llosa o los escultores Chillida e Ibarrola, incluso de la visita muchos años atrás de la mismísima Jackie Kennedy.
Otras veces, el texto adquiere forma de poema, de larga salmodia que registra el paso de las estaciones y las tareas y variaciones jardineras que corresponden a cada una, como en los calendarios agrícolas esculpidos en las portadas de algunas iglesias románicas. O incluso de un “curso de rosáceas para líricos en doce pasos”, toda una historia y una teoría de la rosa, de sus infinitas variedades, del tiempo y la forma en que cada una debe podarse o criarse, de sus significados. Pero sobre todo están las meditaciones del autor al hilo del jardín concebido como un paraíso personal, meditaciones sobre las cosas más diversas.
Salida de un ramal del manantial del jardín de San Segundo. Foto: cortesía de Juan Martínez de las Rivas
Se trata, nos dice el autor, “de contar lo que el jardín enseña al jardinero” y cómo este se impregna de aquello que se vive en él: “El lugar en el que me encontraba guarda ese recuerdo junto a otros y eso sucede también con casi cada metro cuadrado del jardín, cajas de la memoria”.
► Disfruta de otra lectura interesante con ‘España Fea’: Crónica de una distopía
Se trata, nos dice el autor, “de contar lo que el jardín enseña al jardinero” y cómo este se impregna de aquello que se vive en él: “El lugar en el que me encontraba guarda ese recuerdo junto a otros y eso sucede también con casi cada metro cuadrado del jardín, cajas de la memoria”.
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Toda esa diversidad se unifica en el tono reflexivo, oxigenado y hondamente sensual de su prosa. El autor pone el jardín en palabras sin dar nunca una descripción general de él.
Imagen del jardín de San Segundo. Foto: cortesía de Juan Martínez de las Rivas
Procede siempre a partir del detalle, del rincón, de la anécdota, y sus palabras recrean con eficacia los olores, la textura visual y táctil de las losas mojadas o la gravilla bajo los pies, el carácter de los árboles, las cualidades del aire un día de tormenta o una tarde de verano, la nobleza artesana de los útiles de jardinero, la atmósfera de los cobertizos. El lector va componiendo el puzle en su cabeza, haciéndose su propia idea del jardín como quien dibuja el mapa mental de una ciudad tras recorrerla.
Procede siempre a partir del detalle, del rincón, de la anécdota, y sus palabras recrean con eficacia los olores, la textura visual y táctil de las losas mojadas o la gravilla bajo los pies, el carácter de los árboles, las cualidades del aire un día de tormenta o una tarde de verano, la nobleza artesana de los útiles de jardinero, la atmósfera de los cobertizos. El lector va componiendo el puzle en su cabeza, haciéndose su propia idea del jardín como quien dibuja el mapa mental de una ciudad tras recorrerla.
Martínez de las Rivas convierte la escritura en un eficacísimo portavoz de su mirada y de sus sentidos, no solo de sus ideas, algo que me ha recordado al ceramista Edmund de Waal en La liebre con ojos de ámbar, otro libro importante y delicioso como este.
La escritura enhebra todos esos fragmentos breves, a veces dos o tres párrafos, nunca superiores a unas pocas páginas. El lector puede leerlo de principio a fin, como una novela o un ensayo, o picotear de forma aleatoria, o empezar por cualquier parte y continuar leyendo. Siempre se encontrará con ese ritmo alado, fluido como un andante musical -el ritmo del paseo, al cabo-, sostenido en una sucesión de tramos cortos, como quien paladea un vino gustoso a tragos pausados.
La escritura enhebra todos esos fragmentos breves, a veces dos o tres párrafos, nunca superiores a unas pocas páginas. El lector puede leerlo de principio a fin, como una novela o un ensayo, o picotear de forma aleatoria, o empezar por cualquier parte y continuar leyendo. Siempre se encontrará con ese ritmo alado, fluido como un andante musical -el ritmo del paseo, al cabo-, sostenido en una sucesión de tramos cortos, como quien paladea un vino gustoso a tragos pausados.
El jardín da para mucho. Para consideraciones prácticas y para reflexiones sobre la relación de humanos con animales y vegetales, alejadas siempre de sendas trilladas. También para el humor y hasta para la política.
Imagen del jardín de San Segundo. Foto: cortesía de Juan Martínez de las Rivas
Evidentemente, Martínez de las Rivas no ha facturado un manual de jardinería, pero seguro que cualquiera interesado en el tema encontrará aquí consejos útiles y sugerentes. Quien nada sepa de jardines lo disfrutará igualmente. Sentirá el deseo de visitar el de San Segundo en Ávila, desde luego, aunque quizá prefiera quedarse con su primorosa evocación literaria. Lo que es indudable es que habrá adquirido el deseo de explorar con una agudeza que antes no tenía cuantos jardines reales o imaginarios se le pongan por delante.
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Evidentemente, Martínez de las Rivas no ha facturado un manual de jardinería, pero seguro que cualquiera interesado en el tema encontrará aquí consejos útiles y sugerentes. Quien nada sepa de jardines lo disfrutará igualmente. Sentirá el deseo de visitar el de San Segundo en Ávila, desde luego, aunque quizá prefiera quedarse con su primorosa evocación literaria. Lo que es indudable es que habrá adquirido el deseo de explorar con una agudeza que antes no tenía cuantos jardines reales o imaginarios se le pongan por delante.
- Paseo, de Juan Martínez de las Rivas (Editorial Pre-Textos, 2023). 248 páginas. Precio: 26 €
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Deliciosa reseña, amo la poesia, mi medio de expresión favorito y amo la belleza. Esta unión eterna es, para mí, sublime. ¡Gracias!
Muy chulo e interesante el articulo
El comentario invita a leer el libro sin demora. Reúne dos de mis pasiones, la lectura de poemas y poesías, y la dedicación a la jardinería. Tuvo la suerte el escritor de encontrar quien guíe su trabajo en ese jardín y es apreciable su generosidad para compartir tal amor por la jardinería. Excelente. Me identifico. Gracias