Arquitectura
Arquitectura: Brigitte Bardot y la magia de los pequeños detalles
Los movimientos de un jugador de 'ping-pong', una película…: muchas cosas, algunas sorprendentes, definen un proyecto.
*Este artículo se publicó por primera vez en la Revista Houzz España en octubre de 2017
El arquitecto Moisés Royo, nominado en la categoría Worldwide de los Brick Awards 2017 por su proyecto de una vivienda en Piedrabuena, aborda en este artículo la capacidad del ladrillo, de la arquitectura en general, y de los arquitectos en particular, para transmitir diferentes emociones a través de los pequeños detalles.
Para Royo, el ladrillo continua ofreciendo incontables oportunidades para explorar alternativas que acompañen el avance y desarrollo de nuestra sociedad. Además de explicar cómo se enfrentó al proyecto de la vivienda en Piedrabuena, desgrana también detalles de las obras de Norman Foster y Herzog & De Meuron, también nominados en su categoría.
El arquitecto Moisés Royo, nominado en la categoría Worldwide de los Brick Awards 2017 por su proyecto de una vivienda en Piedrabuena, aborda en este artículo la capacidad del ladrillo, de la arquitectura en general, y de los arquitectos en particular, para transmitir diferentes emociones a través de los pequeños detalles.
Para Royo, el ladrillo continua ofreciendo incontables oportunidades para explorar alternativas que acompañen el avance y desarrollo de nuestra sociedad. Además de explicar cómo se enfrentó al proyecto de la vivienda en Piedrabuena, desgrana también detalles de las obras de Norman Foster y Herzog & De Meuron, también nominados en su categoría.
He tenido otros momentos donde he experimentado una sensación similar a ésta. Cuando vi por primera vez a Brigitte Bardot pasear por la cubierta de la Casa Malaparte en la película El desprecio (1963), de Jean-Luc Godard. Aquí, la alteración del ánimo que sentí no se justificaba por la ansiedad de conocer el desenlace de la crisis conyugal que se desarrolla en la trama, sino por un encuadre muy cuidado de toda la secuencia. La posición de la actriz, el plano del suelo y del horizonte son los recursos del director para enfatizar el estado de ánimo del personaje de Bardot: Camille. De manera audaz, Godard consigue ralentizar el tiempo de la acción intensificando aún más sus sentimientos. El recuerdo es el de Bardot levitando sobre la cubierta.
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Pero volvamos a Waldner, nuestro jugador de ping-pong. Recuerdo que se movía siempre próximo a la mesa, pero al tiempo mantenía una distancia prudencial sobre ella para corregir su posición después de cada golpe.
Próxima a la dulzura y elegancia de Bardot, la rápida respuesta de su diestra ofrecía movimientos precisos y automáticos. La anticipación al juego que intentaba –sin éxito– imponer el contrincante terminaba casi siempre con un top spin que contrarrestaba cualquier atisbo defensivo… y que duplicaba su efectividad si las bolas le llegaban cortadas –es decir con el efecto contrario–.
Sobre todo, no se sabía si la pelota llegaba con un efecto u otro porque lo que parecía defensa era realmente un ataque. Aquí fui consciente, por primera vez, de los matices que hacen que las cosas no sean lo que parecen en principio.
Próxima a la dulzura y elegancia de Bardot, la rápida respuesta de su diestra ofrecía movimientos precisos y automáticos. La anticipación al juego que intentaba –sin éxito– imponer el contrincante terminaba casi siempre con un top spin que contrarrestaba cualquier atisbo defensivo… y que duplicaba su efectividad si las bolas le llegaban cortadas –es decir con el efecto contrario–.
Sobre todo, no se sabía si la pelota llegaba con un efecto u otro porque lo que parecía defensa era realmente un ataque. Aquí fui consciente, por primera vez, de los matices que hacen que las cosas no sean lo que parecen en principio.
Podríamos decir que la manera de hacer arquitectura se aproxima a la situación que afronta el jugador de tenis de mesa antes de cada golpe.
Necesariamente, el arquitecto debe analizar de forma automática los condicionantes iniciales del proyecto y ofrecer una respuesta que multiplique los valores del resultado final y mejore, de alguna forma, la vida de sus usuarios.
Necesariamente, el arquitecto debe analizar de forma automática los condicionantes iniciales del proyecto y ofrecer una respuesta que multiplique los valores del resultado final y mejore, de alguna forma, la vida de sus usuarios.
El golpe ganador del proyectista, por tanto, será aquel que deje la mano trémula solo en los dibujos iniciales, que consiga resolver funcionalmente un programa y cumplir la normativa exigida además de construir bien; pero sobre todo, revele la condición del hombre de hoy con la pieza construida.
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No olvidemos que la sociedad concede al arquitecto un arma muy poderosa más allá de la función de vigilar la estabilidad estructural de los edificios, controlar el confort –que no pasemos ni frío ni calor– o que podamos desarrollar una u otra actividad en su interior: se nos ha otorgado la capacidad de dirigir los comportamientos de los usuarios y con ello, modificar su conducta e incentivar ciertos valores sociales. Es decir, decidimos cómo se mueven por un edificio, cómo se relacionan, cómo habitan, cómo disfrutan, cómo se alimentan, cómo es el interior y el exterior, cómo nos situamos frente a lo urbano, cómo reciben la luz natural y también la artificial, cómo empleamos eficientemente la energía y muchas otras cuestiones cuya respuesta debe ser un golpe de efecto en el proyecto que recoja los valores de la sociedad actual.
En Piedrabuena, el proyecto de vivienda y despacho profesional sin duda me hizo recordar los mejores partidos del maestro sueco.
La planta de geometría compleja, la estrechez de la fachada y la dificultad para introducir luz natural en el fondo de saco del interior de la parcela obligaban a realizar uno de esos golpes de efecto. Debíamos ofrecer una solución unitaria, concisa, que no sólo funcionase según las necesidades del propietario, sino que además mejorase en la medida de lo posible la condición urbana de la propuesta. Y este top spin debe ser uno de los motivos considerados para que esta vivienda si sitúe entre las mejores construcciones de ladrillo, sin importar el pequeño tamaño, el reducido presupuesto, su remota localización o el anonimato de su promotor.
La planta de geometría compleja, la estrechez de la fachada y la dificultad para introducir luz natural en el fondo de saco del interior de la parcela obligaban a realizar uno de esos golpes de efecto. Debíamos ofrecer una solución unitaria, concisa, que no sólo funcionase según las necesidades del propietario, sino que además mejorase en la medida de lo posible la condición urbana de la propuesta. Y este top spin debe ser uno de los motivos considerados para que esta vivienda si sitúe entre las mejores construcciones de ladrillo, sin importar el pequeño tamaño, el reducido presupuesto, su remota localización o el anonimato de su promotor.
No fui yo quien eligió la cerámica para este proyecto, sino que más bien fue al revés. La fuerte presencia del ladrillo en la mayoría de las construcciones del municipio fue la razón por la que entendí que debíamos aplicarlo, incondicionalmente, en el cerramiento.
El ladrillo unificaba la composición de los huecos y accesos de las fachadas a lo largo de la calle. Era lógico pensar que debíamos subordinarnos a esta condición matérica y continuar así con el orden que ha resultado de las decisiones espontáneas de cada vecino. Sin embargo, era necesario eliminar cualquier referencia a la escala doméstica –ventanas– que ofreciese una lectura errónea de la fachada desde su composición. O mejor dicho, que parezca lo que es: una vivienda contenida en superficie y presupuesto. Y como en el tenis de mesa, o en el ilusionismo, aquellos movimientos que consiguen desviar nuestra atención de lo más real, de lo que verdaderamente está ocurriendo, no solo son ganadores, sino también mágicos, extraordinarios.
El ladrillo unificaba la composición de los huecos y accesos de las fachadas a lo largo de la calle. Era lógico pensar que debíamos subordinarnos a esta condición matérica y continuar así con el orden que ha resultado de las decisiones espontáneas de cada vecino. Sin embargo, era necesario eliminar cualquier referencia a la escala doméstica –ventanas– que ofreciese una lectura errónea de la fachada desde su composición. O mejor dicho, que parezca lo que es: una vivienda contenida en superficie y presupuesto. Y como en el tenis de mesa, o en el ilusionismo, aquellos movimientos que consiguen desviar nuestra atención de lo más real, de lo que verdaderamente está ocurriendo, no solo son ganadores, sino también mágicos, extraordinarios.
Al llegar el atardecer al municipio, el aspecto macizo y pesado de la cerámica abre paso a un juego de transparencias que convierten la fachada en un elemento permeable y ligero. Lo que durante el día hace de filtro de la luz natural y mantiene la privacidad, por la noche se transforma en un sutil velo cerámico que desde la calle se percibe casi como un juego de luces y sombras, de claroscuros y de matices que parecen conseguir el efecto de unos aparejos que flotan preparados para iniciar un baile que durará toda la noche.
Si te gusta el ladrillo para decorar, encuentra inspiración entre imágenes de paredes de ladrillo
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Un ladrillo, como pieza aislada, es opaco y posee una geometría ortoédrica con una dimensión ajustada al tamaño de la mano del que lo coloca. Sus cualidades son intrínsecas al material empleado y no permiten otra interpretación. El arquitecto puede transformar la percepción de este material –o de cualquier otro– explotando cualidades que incluso desafían la lógica de su propia naturaleza. ¿Magia? No, Arquitectura.
Es el caso del uso del ladrillo en la ampliación de la Tate Modern en Londres. Herzog y de Meuron consiguen un carácter plástico de la fachada, como elemento continuo, que contradice la rigidez del ladrillo como objeto aislado. Se inventan una nueva forma, un nuevo objeto. Los alzados ya no pueden leerse como un sistema ortodoxo de las dos dimensiones, como si de una vista frontal paladiana se tratase, sino que el nuevo edificio diseñado ofrece una lectura unitaria en cuatro dimensiones.
No solo el alzado es un volumen, sino que además necesitamos un tiempo para recorrerlo. Las rasgaduras horizontales en el aparejo cerámico corresponde con huecos que se asoman a la ciudad, cuidando que la proporción de hueco sobre la masa del conjunto no predomine.
El edificio, a pesar de su plasticidad, tiene vocación de ser pesado como la nave de turbinas original a la que se anexa. Si en vez de arquitectura estuviésemos escribiendo poesía, diríamos que han empleado la figura del oxímoron de forma ejemplar. En la Tate Modern, plasticidad y rigidez, opacidad y transparencia conviven en dos edificios que pertenecen a tiempos distintos y ha sido necesario el desarrollo de nuevos elementos de anclaje que permitan encuentros entre dos ladrillos en diferentes planos.
No solo el alzado es un volumen, sino que además necesitamos un tiempo para recorrerlo. Las rasgaduras horizontales en el aparejo cerámico corresponde con huecos que se asoman a la ciudad, cuidando que la proporción de hueco sobre la masa del conjunto no predomine.
El edificio, a pesar de su plasticidad, tiene vocación de ser pesado como la nave de turbinas original a la que se anexa. Si en vez de arquitectura estuviésemos escribiendo poesía, diríamos que han empleado la figura del oxímoron de forma ejemplar. En la Tate Modern, plasticidad y rigidez, opacidad y transparencia conviven en dos edificios que pertenecen a tiempos distintos y ha sido necesario el desarrollo de nuevos elementos de anclaje que permitan encuentros entre dos ladrillos en diferentes planos.
Norman Foster, sin embargo, trabaja el ladrillo en el nuevo campus de Xiao Jing Wan desde otra lectura bien diferente.
Este complejo universitario nace desde la voluntad de hacer de la innovación el objetivo y de la tecnología el medio para conseguirla. Desde esta perspectiva, el uso del ladrillo supone un contrapunto. Aquí se coloca de forma clásica, sobrepuesto en pórticos, ofreciendo una tensión entre el significado del edificio y la propia institución que aporta en el resultado final una belleza muy cuidada. Es como si el arquitecto nos lanzase el mensaje de que la universidad moderna debe necesariamente apoyarse sobre un pensamiento sólido. Porque las percepciones con las que el arquitecto trabaja no son sólo sensoriales, sino que hay otro conjunto de relaciones culturales y sociales que necesariamente debe dar respuesta en la obra construida.
Este complejo universitario nace desde la voluntad de hacer de la innovación el objetivo y de la tecnología el medio para conseguirla. Desde esta perspectiva, el uso del ladrillo supone un contrapunto. Aquí se coloca de forma clásica, sobrepuesto en pórticos, ofreciendo una tensión entre el significado del edificio y la propia institución que aporta en el resultado final una belleza muy cuidada. Es como si el arquitecto nos lanzase el mensaje de que la universidad moderna debe necesariamente apoyarse sobre un pensamiento sólido. Porque las percepciones con las que el arquitecto trabaja no son sólo sensoriales, sino que hay otro conjunto de relaciones culturales y sociales que necesariamente debe dar respuesta en la obra construida.
El ladrillo aquí se emplea utilizando geometría de machones al igual que se ha empleado este material a lo largo de la historia desde que los romanos nos enseñaron a producirlo y usarlo. Pantallas cerámicas a plomo, extraordinariamente verticales que permiten obtener la máxima eficiencia de las cualidades mecánicas de la pieza. Además estas pilastras permiten la creación de espacios abiertos a cubierto y el ritmo constante de la secuencia nos hace recordar, una vez más, las arquitecturas más antiguas levantadas con este material. Pero el arquitecto no se olvida de su contemporaneidad y la insinuación al pasado, presente y futuro hacen de esta pieza un trabajo ejemplar.
Moisés Royo: “El espacio doméstico no es como una muñeca rusa”
CUÉNTANOS…
¿Qué opinas de las obras de Royo, Foster y Herzog & De Meuron? ¿Te gusta el ladrillo en una vivienda? Esperamos tus comentarios
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Era la década de los 90, y yo un preadolescente, cuando me inicié en el tenis de mesa. No se trataba sólo de ver jugar a uno de los mejores de todos los tiempos en esta disciplina, sino que existía algo más que conseguía conmoverme y que no lograba comprender del todo. Un sentimiento intenso y a la vez pasajero alejado de la razón que me mantenía atento hasta el final del partido.