Mundo Houzz
¿Qué cosas hacemos en casa cuando nadie nos ve?
Atracones de helado, conciertos imaginarios, siestas en un armario… descubre las rarezas de usuarios de todo el mundo.
¿Y si me viera alguien ahora? Es una pregunta que me hago muchas veces cuando estoy sola en casa con mis peores pintas, comiendo patatas fritas y rezando para no tener que abrir la puerta a un mensajero con el paquete que estoy esperando. Tendemos a guardar bajo llave nuestros inofensivos vicios o malos hábitos porque creemos que somos los únicos que nos dejamos llevar por ellos cuando estamos solos. Claramente, el resto del planeta se dedica a hacer la declaración de la renta, aprender chino o meditar…
“Seguro que soy el único que tiene este hábito tan raro”, piensas. Pues resulta que no. ¿Y si pudiéramos mirar por un agujerito a los usuarios de Houzz de todo el mundo? ¡Lo hemos hecho! Unos cuantos miembros de nuestra comunidad se han atrevido a compartir con nosotros los secretos mejor guardados de sus ratos a solas en casa. Ahora que pasamos en nuestro hogar más tiempo que nunca debido a la Covid-19, estamos seguros de que en algunos te vas a ver reflejado.
“Seguro que soy el único que tiene este hábito tan raro”, piensas. Pues resulta que no. ¿Y si pudiéramos mirar por un agujerito a los usuarios de Houzz de todo el mundo? ¡Lo hemos hecho! Unos cuantos miembros de nuestra comunidad se han atrevido a compartir con nosotros los secretos mejor guardados de sus ratos a solas en casa. Ahora que pasamos en nuestro hogar más tiempo que nunca debido a la Covid-19, estamos seguros de que en algunos te vas a ver reflejado.
2. Pasar de los modales
“Bebo leche directamente del cartón y como del queso sin cortarlo”, confiesa Arkady Yaparov, de Rusia, y la comunidad de Houzz confirma que no es el único. Lucie42, de Francia, devora Nutella y helado directamente del tarro desde la comodidad de su pijama, prenda de la que no se deshace en todo el fin de semana.
Asimismo, el usuario estadounidense Cocoanlace asegura tener un código de vestimenta fuera de lo común, exactamente igual que su régimen alimenticio. Y todo sin remordimiento alguno: “Normalmente, voy desnuda por casa y, a veces, ceno simplemente nachos con salsa”.
Por último, Barbara, de Australia, revela que hace todo aquello que no le permitían cuando era pequeña, como lamer el plato. “Creo que no rebañar el plato hasta dejarlo impecable es un insulto al cocinero. Al menos, eso es lo que me digo para justificarme”.
“Bebo leche directamente del cartón y como del queso sin cortarlo”, confiesa Arkady Yaparov, de Rusia, y la comunidad de Houzz confirma que no es el único. Lucie42, de Francia, devora Nutella y helado directamente del tarro desde la comodidad de su pijama, prenda de la que no se deshace en todo el fin de semana.
Asimismo, el usuario estadounidense Cocoanlace asegura tener un código de vestimenta fuera de lo común, exactamente igual que su régimen alimenticio. Y todo sin remordimiento alguno: “Normalmente, voy desnuda por casa y, a veces, ceno simplemente nachos con salsa”.
Por último, Barbara, de Australia, revela que hace todo aquello que no le permitían cuando era pequeña, como lamer el plato. “Creo que no rebañar el plato hasta dejarlo impecable es un insulto al cocinero. Al menos, eso es lo que me digo para justificarme”.
La pregunta es, ¿por qué sólo dejamos que salga nuestro verdadero yo únicamente cuando estamos a solas? “Tiene todo el sentido del mundo que nos pongamos ropa cómoda después de una larga jornada de trabajo y comamos lo que nos venga en gana”, comenta Schmidt. “Necesitamos esos momentos, sobre todo cuando, durante todo el día, hemos tenido que actuar de la manera que se espera de nosotros”.
Añade que, a menudo, ponemos excesiva presión sobre nuestras espaldas: mediante una especie de obediencia preventiva nos sometemos a lo que creemos que los demás esperan de nosotros. Por tanto, poder escapar de esas expectativas por un rato nos deja muy buen sabor de boca.
Consuela saber que, incluso los más diligentes se ven afectados por este fenómeno. “Yo casi nunca apago mi cerebro… Cuando estoy en casa, leo, estudio, tomo apuntes, investigo…”, explica la italiana Erica Bagnasco. “Eso sí, ¡lo hago en pijama!”
Añade que, a menudo, ponemos excesiva presión sobre nuestras espaldas: mediante una especie de obediencia preventiva nos sometemos a lo que creemos que los demás esperan de nosotros. Por tanto, poder escapar de esas expectativas por un rato nos deja muy buen sabor de boca.
Consuela saber que, incluso los más diligentes se ven afectados por este fenómeno. “Yo casi nunca apago mi cerebro… Cuando estoy en casa, leo, estudio, tomo apuntes, investigo…”, explica la italiana Erica Bagnasco. “Eso sí, ¡lo hago en pijama!”
3. Satisfacer nuestros antojos culinarios
Derretirse comiendo helado directamente de la tarrina, oler una bolsa de patatas fritas antes de devorarla, lamer el plato… Es, cuando menos, curioso que la mayoría de nuestros placeres ocultos estén relacionados con la comida. Y no hablamos precisamente de cinco lujosas comidas al día: son las cosas más simples y mundanas las que más anhelamos y esa satisfacción espontánea la que nos hace felices. “Me gusta hornear pasta de hojaldre”, explica el estadounidense nikavt. “No preparo relleno, solo horneo la masa. A veces, la como sola, otras con queso pecorino romano rallado por encima, y otras simplemente añado mermelada de frambuesa”.
Todos tenemos ese tipo de antojos raros, independientemente de lo saludable que sea nuestra dieta. Comer está asociado con el bienestar. Puede traernos recuerdos de la infancia o proporcionarnos mero placer. Junko Kawakami, de Japón, confiesa comer en secreto una especialidad japonesa que no resulta igual de apetecible para todos. “Me encanta el natto (soja fermentada), pero a mi marido no, así que lo como cuando estoy sola en casa”, cuenta.
Derretirse comiendo helado directamente de la tarrina, oler una bolsa de patatas fritas antes de devorarla, lamer el plato… Es, cuando menos, curioso que la mayoría de nuestros placeres ocultos estén relacionados con la comida. Y no hablamos precisamente de cinco lujosas comidas al día: son las cosas más simples y mundanas las que más anhelamos y esa satisfacción espontánea la que nos hace felices. “Me gusta hornear pasta de hojaldre”, explica el estadounidense nikavt. “No preparo relleno, solo horneo la masa. A veces, la como sola, otras con queso pecorino romano rallado por encima, y otras simplemente añado mermelada de frambuesa”.
Todos tenemos ese tipo de antojos raros, independientemente de lo saludable que sea nuestra dieta. Comer está asociado con el bienestar. Puede traernos recuerdos de la infancia o proporcionarnos mero placer. Junko Kawakami, de Japón, confiesa comer en secreto una especialidad japonesa que no resulta igual de apetecible para todos. “Me encanta el natto (soja fermentada), pero a mi marido no, así que lo como cuando estoy sola en casa”, cuenta.
4. Cantar, bailar o tocar un instrumento imaginario
“Cuando necesito relajarme tras un día intenso, me pongo Vivaldi en la cocina y finjo que actúo como primer violín”, revela Penelope Schles, de Alemania. Y es que son múltiples los estudios que revelan que escuchar música está directamente asociado con la salud y el bienestar, reduciendo los niveles de estrés. Según un estudio realizado por H. J. Trappe, profesor de la Universidad de Bochum, Alemania, el efecto de escuchar a Bach, por ejemplo, era mejor que el de ABBA. Otros estudios han revelado, además, que cantar puede ayudar a fortalecer el sistema inmunológico.
Nuestro cerebro parece interpretar esto a nivel del subconsciente, motivo por el cual tendemos a cantar o nos ponemos a bailar cuando estamos a solas. “Me sabe fatal por mis vecinos porque cuando estoy sola en casa me convierto en Beyoncé”, confiesa Natalia Shashkova, de Rusia.
Cantar, bailar y tocar o reproducir música son expresiones de la alegría de vivir en su estado más puro. Sin música, no podría concebirse la humanidad y, sin embargo, muchos preferimos disfrutar de ella a escondidas. Por un lado, la mayoría creemos que no sabemos cantar; por otro, pensamos que no debemos hacerlo en público. No obstante, ¿os habéis percatado de lo encantador que resulta cuando vemos a alguien hacerlo sin darse cuenta? Aquí tenemos de nuevo a la culpable de este asunto: la obediencia preventiva.
“Cuando necesito relajarme tras un día intenso, me pongo Vivaldi en la cocina y finjo que actúo como primer violín”, revela Penelope Schles, de Alemania. Y es que son múltiples los estudios que revelan que escuchar música está directamente asociado con la salud y el bienestar, reduciendo los niveles de estrés. Según un estudio realizado por H. J. Trappe, profesor de la Universidad de Bochum, Alemania, el efecto de escuchar a Bach, por ejemplo, era mejor que el de ABBA. Otros estudios han revelado, además, que cantar puede ayudar a fortalecer el sistema inmunológico.
Nuestro cerebro parece interpretar esto a nivel del subconsciente, motivo por el cual tendemos a cantar o nos ponemos a bailar cuando estamos a solas. “Me sabe fatal por mis vecinos porque cuando estoy sola en casa me convierto en Beyoncé”, confiesa Natalia Shashkova, de Rusia.
Cantar, bailar y tocar o reproducir música son expresiones de la alegría de vivir en su estado más puro. Sin música, no podría concebirse la humanidad y, sin embargo, muchos preferimos disfrutar de ella a escondidas. Por un lado, la mayoría creemos que no sabemos cantar; por otro, pensamos que no debemos hacerlo en público. No obstante, ¿os habéis percatado de lo encantador que resulta cuando vemos a alguien hacerlo sin darse cuenta? Aquí tenemos de nuevo a la culpable de este asunto: la obediencia preventiva.
5. Ordenar cosas
Mientras que a muchos de nosotros nos cuesta horrores mantener nuestros hogares limpios y ordenados, otros tienden a pasar su tiempo libre… ordenando cosas. Algunos usuarios admiten que disfrutan clasificando calcetines u ordenando la cubertería. No todos reconocieron hacerlo en secreto, pero algunos parecen avergonzarse de este tipo de buenas costumbres. Es curioso que lleguemos a sentir vergüenza por algo que, en realidad, nos beneficia.
Al parecer, ordenar y clasificar objetos es satisfactorio y tiene un efecto calmante, algo similar a la meditación. La australiana janetneve3009 cuenta que disfruta tanto colocando las cosas en su sitio que, a veces, ella misma lo desordena todo para volver a ordenarlo. “Cuando tengo una mañana de sábado libre, algo inusual en mi calendario, me encanta vaciar mi caja de manualidades sobre la mesa del salón y volver a meterlo todo bien colocado. Sé lo aburrido que puede parecer, pero a mí me encanta”. Desde Alemania, Amelia Summers también admite que, día tras día, su obsesión por el orden alcanza una nueva dimensión: “Cuando tiendo la colada y una prenda de ropa requiere dos pinzas, estas tienen que ser del mismo color”.
Con respecto a esto, Sandra asegura que “debido al estrés y el caos que muchos de nosotros experimentamos a diario, nos resulta muy placentero poder terminar una tarea y tacharla de la lista de cosas por hacer. Nos da la sensación de que, al menos en este aspecto de nuestras vidas, hemos establecido un poco de orden”.
Mientras que a muchos de nosotros nos cuesta horrores mantener nuestros hogares limpios y ordenados, otros tienden a pasar su tiempo libre… ordenando cosas. Algunos usuarios admiten que disfrutan clasificando calcetines u ordenando la cubertería. No todos reconocieron hacerlo en secreto, pero algunos parecen avergonzarse de este tipo de buenas costumbres. Es curioso que lleguemos a sentir vergüenza por algo que, en realidad, nos beneficia.
Al parecer, ordenar y clasificar objetos es satisfactorio y tiene un efecto calmante, algo similar a la meditación. La australiana janetneve3009 cuenta que disfruta tanto colocando las cosas en su sitio que, a veces, ella misma lo desordena todo para volver a ordenarlo. “Cuando tengo una mañana de sábado libre, algo inusual en mi calendario, me encanta vaciar mi caja de manualidades sobre la mesa del salón y volver a meterlo todo bien colocado. Sé lo aburrido que puede parecer, pero a mí me encanta”. Desde Alemania, Amelia Summers también admite que, día tras día, su obsesión por el orden alcanza una nueva dimensión: “Cuando tiendo la colada y una prenda de ropa requiere dos pinzas, estas tienen que ser del mismo color”.
Con respecto a esto, Sandra asegura que “debido al estrés y el caos que muchos de nosotros experimentamos a diario, nos resulta muy placentero poder terminar una tarea y tacharla de la lista de cosas por hacer. Nos da la sensación de que, al menos en este aspecto de nuestras vidas, hemos establecido un poco de orden”.
Por último, rematamos esta lista de insólitas prácticas con otros peculiares hábitos. De dónde proceden y qué significan es un misterio.
Cada mañana, Meleshko Vasily, de Rusia, se frota la oreja con sus calcetines antes de ponérselos. A algunos usuarios les gusta hacer volteretas en la cama en su camino hacia el balcón y otros necesitan cerrar todas las puertas de casa para sentirse seguros. Algunos incluso disfrutan durmiendo en un armario de vez en cuando, ya que les encanta el olor de la madera.
Intentar comprender por qué hacemos estas cosas no es relevante, siempre y cuando nuestros placeres ocultos no interfieran con nuestra vida cotidiana. En casa, podemos ser quienes queremos ser, podemos ser nosotros mismos, y eso es lo único que importa.
*Este artículo tiene más de tres años de antigüedad
¿Y TÚ?
¿Qué hábitos ocultos sacas a relucir cuando no hay nadie en casa? Anímate y compártelos con la comunidad.
Cada mañana, Meleshko Vasily, de Rusia, se frota la oreja con sus calcetines antes de ponérselos. A algunos usuarios les gusta hacer volteretas en la cama en su camino hacia el balcón y otros necesitan cerrar todas las puertas de casa para sentirse seguros. Algunos incluso disfrutan durmiendo en un armario de vez en cuando, ya que les encanta el olor de la madera.
Intentar comprender por qué hacemos estas cosas no es relevante, siempre y cuando nuestros placeres ocultos no interfieran con nuestra vida cotidiana. En casa, podemos ser quienes queremos ser, podemos ser nosotros mismos, y eso es lo único que importa.
*Este artículo tiene más de tres años de antigüedad
¿Y TÚ?
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1. Hablar con los animales y las plantas
“Cuando estoy a solas, hablo con mis perros todo el día. No responden, pero saben escuchar”, asegura jwbarone, de Estados Unidos. Y no es la única que tiene compañeros de conversación un tanto… inusuales. Otros miembros de nuestra comunidad, como Laura Beaupeurt, australiana, reconocen que, si no tienen a su mascota cerca para charlar hablan consigo mismos. Algunos incluso confiesan buscar asesoramiento en sus plantas.
¿Y por qué hablamos con nuestras mascotas si sabemos perfectamente que no van a respondernos? “La mayoría de animales son seres sociales, igual que los humanos”, afirma Sandra Schmidt, psicóloga residente en Berlín. “Cuando les contamos nuestros problemas y ellos se acurrucan a nuestro lado nos sentimos comprendidos”.
Sin embargo, existe otro motivo: es reconfortante. Schmidt, de hecho, anima a pensar en voz alta. “De esta manera, podemos procesar nuestros pensamientos más fácilmente, como si se tratara de pensamientos de otra persona”, asegura. Así, hablar con nosotros mismos, con nuestras mascotas o plantas es una forma de poner las cosas en perspectiva o tener otros puntos de vista. ¡Ya sabes!: no te sientas mal por hablar con tus peces.