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Casas del mundo
Las dachas rusas: De residencias imperiales a casas de campo
Desde el siglo XVIII, los rusos disfrutan de sus veranos en estas viviendas con jardín y huerta: más que casas, toda una forma de vida.
Las dachas, un tipo de casa de campo empleada como segunda residencia, son un fenómeno arquitectónico y cultural en Rusia. Nacieron en el siglo XVIII y hoy en día siguen formando parte de su cultura. Os invitamos a descubrir cómo han ido cambiando desde la época de Pedro I de Rusia y a visitar cuatro dachas modernas.
La conocida como Seaside Dacha de Peterhof —en la foto— data del 1727 y fue reconstruida en 1843: un edificio de piedra de dos plantas, un ala de madera y una granja en las inmediaciones. Perteneció a la emperatriz Isabel Petrovna Románova y se trataba de un lugar privado al que nadie podía ir sin previo aviso.
Hacia mediados del siglo XIX, todo aristócrata ruso soñaba con una dacha así. Puesto que no había suficientes casas y parcelas para todo el mundo, los alquileres experimentaron un auge y la gente empezó a arrendar edificios pequeños en sus tierras.
Estas segundas residencias se podían alquilar con todo lo necesario para la vida en el campo, o completamente vacías, de modo que la familia se trasladaba a la dacha con sus propios muebles, vajilla y ropa de cama.
Algunas familias no sólo empezaron a arrendar casas individuales, sino también las alas en desuso de los enormes palacios. En estos casos, los anfitriones continuaban viviendo en sus residencias habituales y bajaban a desayunar vestidos con sus trajes de gala y sus corsés, siguiendo el protocolo. Sin embargo, los inquilinos podían permitirse más libertad en cuanto a la etiqueta.
Hacia mediados del siglo XIX, todo aristócrata ruso soñaba con una dacha así. Puesto que no había suficientes casas y parcelas para todo el mundo, los alquileres experimentaron un auge y la gente empezó a arrendar edificios pequeños en sus tierras.
Estas segundas residencias se podían alquilar con todo lo necesario para la vida en el campo, o completamente vacías, de modo que la familia se trasladaba a la dacha con sus propios muebles, vajilla y ropa de cama.
Algunas familias no sólo empezaron a arrendar casas individuales, sino también las alas en desuso de los enormes palacios. En estos casos, los anfitriones continuaban viviendo en sus residencias habituales y bajaban a desayunar vestidos con sus trajes de gala y sus corsés, siguiendo el protocolo. Sin embargo, los inquilinos podían permitirse más libertad en cuanto a la etiqueta.
Hoy en día, la privacidad y el estilo de vida relajado siguen estando asociados a las dachas. Los rusos que viven en pisos pequeños suelen disponer de una dacha a las afueras de la ciudad. Aquellos que ya poseen una casa de campo suelen construir una segunda más remota, donde disfrutar de otras actividades. Sólo en una dacha se plantea un minero plantar pepinos o un ministro organizar combates de escarabajos de la patata.
Estilos del mundo: Descubre una casa rusa en un árbol
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Dacha de la familia del artista Alexandre Benois, construida en 1892
En Rusia hay dos estaciones: el invierno y la dacha. La gente solía ir a sus dachas en primavera y se quedaba allí hasta finales de otoño. Alexandre Benois (1870-1960), un renombrado pintor e historiador de arte ruso, recordaba que su familia prefería “el frío y la humedad de la dacha a la vida en San Petersburgo”.
La aristocracia de la época disfrutaba de agradables paseos por el parque, ejercicios de gimnasia y excursiones en bicicleta o en barco —todo lo que no se podía hacer en la ciudad, allá por el siglo XIX. Hábitos que reflejaron una tendencia que recorrió en Europa durante aquella época: ese estar en contacto la naturaleza. Por ejemplo, en Francia, los impresionistas se adentraban en los paisajes naturales para pintar y, en Gran Bretaña, se pusieron de moda las zonas verdes y los jardines inspirados en la naturaleza… De hecho, fue la reina Victoria quien popularizó la idea de pasar el día al aire libre: lo que ahora se conoce como pícnic.
Descubre la vigencia de los jardines impresionistas de la mano de los cuadros de Gustave Caillebotte
En Rusia hay dos estaciones: el invierno y la dacha. La gente solía ir a sus dachas en primavera y se quedaba allí hasta finales de otoño. Alexandre Benois (1870-1960), un renombrado pintor e historiador de arte ruso, recordaba que su familia prefería “el frío y la humedad de la dacha a la vida en San Petersburgo”.
La aristocracia de la época disfrutaba de agradables paseos por el parque, ejercicios de gimnasia y excursiones en bicicleta o en barco —todo lo que no se podía hacer en la ciudad, allá por el siglo XIX. Hábitos que reflejaron una tendencia que recorrió en Europa durante aquella época: ese estar en contacto la naturaleza. Por ejemplo, en Francia, los impresionistas se adentraban en los paisajes naturales para pintar y, en Gran Bretaña, se pusieron de moda las zonas verdes y los jardines inspirados en la naturaleza… De hecho, fue la reina Victoria quien popularizó la idea de pasar el día al aire libre: lo que ahora se conoce como pícnic.
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Una familia disfruta de la vida en el campo en Rusia, a principios del siglo XX
El famoso escritor ruso, Antón Pávlovich Chéjov, describió la vida en las dachas en su novela de 1898 Novaya Dacha, una obra que todos los estudiantes rusos conocen: “Aquí no se ara ni se siembra. Solo se vive para disfrutar de los pequeños placeres y respirar aire fresco”.
El famoso escritor ruso, Antón Pávlovich Chéjov, describió la vida en las dachas en su novela de 1898 Novaya Dacha, una obra que todos los estudiantes rusos conocen: “Aquí no se ara ni se siembra. Solo se vive para disfrutar de los pequeños placeres y respirar aire fresco”.
Esta dacha con terraza presenta una estructura típica de la década de 1930 a 1950
Las dachas están diseñadas para los días soleados de verano. Históricamente, la gente se alojaba en sus dachas durante los meses de verano. Esto se refleja en su arquitectura, con terrazas con enormes ventanales que dejaban pasar mucha luz, pórticos, balcones con detalles tallados… No eran precisamente los edificios más adecuados para los duros inviernos rusos, pero creaban un ambiente muy romántico y los hacían sentirse en contacto con la naturaleza durante los meses más cálidos.
El porche acristalado se solía construir en el lado sur de la casa, de manera que le diera tiempo de calentarse durante el día. En la rutina diaria de la vida en el campo, este espacio haría las veces de salón, comedor, estudio y, en ocasiones, incluso de dormitorio.
8 porches que te harán soñar
Las dachas están diseñadas para los días soleados de verano. Históricamente, la gente se alojaba en sus dachas durante los meses de verano. Esto se refleja en su arquitectura, con terrazas con enormes ventanales que dejaban pasar mucha luz, pórticos, balcones con detalles tallados… No eran precisamente los edificios más adecuados para los duros inviernos rusos, pero creaban un ambiente muy romántico y los hacían sentirse en contacto con la naturaleza durante los meses más cálidos.
El porche acristalado se solía construir en el lado sur de la casa, de manera que le diera tiempo de calentarse durante el día. En la rutina diaria de la vida en el campo, este espacio haría las veces de salón, comedor, estudio y, en ocasiones, incluso de dormitorio.
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Esta dacha rusa de estilo neobizantino, ubicada en el distrito de Novo-Peredelkino, cerca de Moscú, fue diseñada en el siglo XX por el arquitecto Fyodor Schechtel
Las dachas de la era soviética estaban destinadas a los políticos y la gente de bien. Tras la revolución de 1917, prácticamente todas estas residencias pasaron a ser propiedad del estado. Sin embargo, aunque el estilo de vida de antes de la revolución fue desautorizado, la cultura de las dachas no desapareció. Eso sí: cambió considerablemente y pasó a estar estrictamente regulada. Por ejemplo, en 1938 se publicó un acuerdo acerca de las dachas de los funcionarios del estado, que limitaba el número de habitaciones (cocina y salón incluidos) a ocho para sus segundas residencias familiares.
Desde los años 30 y hasta la década de los 50, los funcionarios, escritores, académicos y otras categorías privilegiadas de la población recibían una dacha: el auténtico objeto de deseo de la época.
Desde los años 30 y hasta la década de los 50, los funcionarios, escritores, académicos y otras categorías privilegiadas de la población recibían una dacha: el auténtico objeto de deseo de la época.
La dacha de Boris Pasternak, autor de ‘Doctor Zhivago’ y poeta, está ubicada en Peredelkino, cerca de Moscú, y data de la década de 1930
En aquella época, los sindicatos de escritores y las asociaciones de arquitectos construirían sus propias residencias junto a las de los colegas de profesión. Más adelante, la misma idea siguió vigente, cuando las empresas soviéticas empezaron a entregar terrenos a los empleados, de manera que los vecinos de una familia serían los trabajadores de la misma planta o fábrica.
Uno de los pueblos de veraneo más famosos cerca de Moscú es Peredelkino. En la imagen, podemos observar la dacha del poeta Boris Pasternak (1890-1960), premio Nobel de Literatura, que se ha conservado casi intacta. Las primeras dachas de este pueblo copiaban los diseños arquitectónicos alemanes, por eso se asemejan tanto a las casas de campo europeas.
En aquella época, los sindicatos de escritores y las asociaciones de arquitectos construirían sus propias residencias junto a las de los colegas de profesión. Más adelante, la misma idea siguió vigente, cuando las empresas soviéticas empezaron a entregar terrenos a los empleados, de manera que los vecinos de una familia serían los trabajadores de la misma planta o fábrica.
Uno de los pueblos de veraneo más famosos cerca de Moscú es Peredelkino. En la imagen, podemos observar la dacha del poeta Boris Pasternak (1890-1960), premio Nobel de Literatura, que se ha conservado casi intacta. Las primeras dachas de este pueblo copiaban los diseños arquitectónicos alemanes, por eso se asemejan tanto a las casas de campo europeas.
La dacha como lección de autodisciplina. Las nuevas dachas no tenían nada que ver con las antiguas villas imperiales. Incluso, las que pertenecían a militares importantes eran espacios pequeños y sin lujos. El tamaño estándar de un solar en la época soviética era de unas 0,06 hectáreas (600 metros cuadrados, o shest ‘sotok en ruso), número que se convirtió en un nombre muy conocido entre las dachas soviéticas modernas.
Los estatutos de la asociación de suburbios regulaba el número y la ubicación de los árboles en cada parcela, además de definir la superficie máxima permitida de la vivienda. Por ejemplo, una familia de tres miembros tenía derecho a un dormitorio y no podía plantar más de seis manzanos.
La normativa iba variando con frecuencia, pero ni los solares ni las casas llegaron a ser tan grandes como lo eran en la época imperial. Por ejemplo, en los años 60 y 70, tan solo las residencias de hasta 25 metros cuadrados estaban permitidas en los terrenos de 0,06 hectáreas. En la década de 1980, las dachas podían tener, como máximo, 50 metros cuadrados en solares de 0,06 a 0,1 hectáreas.
La bailarina Maya Plisetskaya (1925-2015) recuerda la dacha cooperativa de su familia, situada en el pueblo de Zagoryanka, al noreste de Moscú, como una casa de madera de dos habitaciones cuyos propietarios consideraban un “espacio distinguido”. En casi todas las dachas, el modesto cuarto de baño —un inodoro y un lavabo— se encuentra en un edificio anexo a la vivienda principal, desventajas que no incomodaban y que se asumían con naturalidad.
Los estatutos de la asociación de suburbios regulaba el número y la ubicación de los árboles en cada parcela, además de definir la superficie máxima permitida de la vivienda. Por ejemplo, una familia de tres miembros tenía derecho a un dormitorio y no podía plantar más de seis manzanos.
La normativa iba variando con frecuencia, pero ni los solares ni las casas llegaron a ser tan grandes como lo eran en la época imperial. Por ejemplo, en los años 60 y 70, tan solo las residencias de hasta 25 metros cuadrados estaban permitidas en los terrenos de 0,06 hectáreas. En la década de 1980, las dachas podían tener, como máximo, 50 metros cuadrados en solares de 0,06 a 0,1 hectáreas.
La bailarina Maya Plisetskaya (1925-2015) recuerda la dacha cooperativa de su familia, situada en el pueblo de Zagoryanka, al noreste de Moscú, como una casa de madera de dos habitaciones cuyos propietarios consideraban un “espacio distinguido”. En casi todas las dachas, el modesto cuarto de baño —un inodoro y un lavabo— se encuentra en un edificio anexo a la vivienda principal, desventajas que no incomodaban y que se asumían con naturalidad.
Como eran viviendas pequeñas, la cocina también se encontraba a menudo en un edificio separado o al aire libre. Hoy en día, disponer de una cocina al aire libre se ha convertido en una especie de tradición. Esta cocina, terminada en 2013, es obra de Buro Akimov & Toporov
Las dachas proporcionan espacio para cultivar alimentos. Desde la época en la que Nikita Jruschov estaba al frente de la Unión Soviética (1955-1964), cada vez que ha habido escasez de alimentos, los rusos han empleado las dachas para cultivar cosechas.
Estas residencias se convirtieron en sinónimo de escapadas de fin de semana en un coche cargado hasta los topes, días cuidando del jardín y tardes convirtiendo la fruta cosechada en mermelada. Así, los soviéticos se convirtieron en “agricultores de fin de semana”. Además, dado que las tareas del campo no siempre podían esperar al fin de semana, muchos se acercaban a sus dachas entre semana, después de la jornada laboral… si la distancia lo permitía, claro.
Estas residencias se convirtieron en sinónimo de escapadas de fin de semana en un coche cargado hasta los topes, días cuidando del jardín y tardes convirtiendo la fruta cosechada en mermelada. Así, los soviéticos se convirtieron en “agricultores de fin de semana”. Además, dado que las tareas del campo no siempre podían esperar al fin de semana, muchos se acercaban a sus dachas entre semana, después de la jornada laboral… si la distancia lo permitía, claro.
Las dachas eran un proyecto de artesanía. La escasez de materiales y de dinero de la época estimuló la creatividad a la hora de darle personalidad a las dachas. Elementos decorativos, como accesorios forjados para el porche, cornisas talladas o platabandas y vidrieras de los edificios de antes de la revolución que estaban siendo demolidos, a menudo se re-utilizaban para la construcción de estas viviendas. La gente aprovecha botellas de plástico usadas y recipientes de yogur vacíos –para cultivar las semillas e incluso para hacer invernaderos– y hasta podían construirse una ducha en el jardín con unas viejas puertas de autobús.
Aunque en la actualidad, las tareas artesanales se entienden más como un entretenimiento o afición, entonces, era una necesidad en tiempos de escasez.
Aunque en la actualidad, las tareas artesanales se entienden más como un entretenimiento o afición, entonces, era una necesidad en tiempos de escasez.
La carrocería de un coche viejo, un Zhiguli (Lada), desempeña el papel de enano de jardín en esta pequeña dacha
En invierno, muchas dachas se aprovechaban para guardar cosas que ya no se usaban o que hubieran pasado de moda: textiles de encaje, viejas sillas vienesas, urnas de té decoradas (samovars), cómodas y armarios —esos símbolos de lo que solemos llamar “estilo de la abuela”. Los que conservaron estos artículos hoy agradecen no haberlos tirado, porque son antigüedades con mucha personalidad y valor.
En invierno, muchas dachas se aprovechaban para guardar cosas que ya no se usaban o que hubieran pasado de moda: textiles de encaje, viejas sillas vienesas, urnas de té decoradas (samovars), cómodas y armarios —esos símbolos de lo que solemos llamar “estilo de la abuela”. Los que conservaron estos artículos hoy agradecen no haberlos tirado, porque son antigüedades con mucha personalidad y valor.
Tatiana Ivanova diseñó los interiores de este dacha con terraza, cerca de Moscú
Las tardes tomando el té al aire libre con la familia y los amigos, era uno de los pasatiempos de la época
Las tardes tomando el té al aire libre con la familia y los amigos, era uno de los pasatiempos de la época
La dacha moderna es versátil y desborda personalidad. Los propietarios de las dachas modernas son libres de diseñar y utilizar sus espacios a su gusto. Algunos optan por recrear la idílica residencia de verano del escritor Antón Chéjov; otros construyen una residencia destinada a escribir artículos científicos; y muchos deciden dedicar su terreno a la agricultura. Y aunque ya no haya leyes que limiten el tamaño de las fincas, persiste una regla no escrita: una dacha no debe ser grande ni ostentosa, para evitar ser considerada la ampliación improvisada de un apartamento urbano.
De ahí que los jardineros modernos continúen teniendo un gran aprecio por los pequeños pueblos y las casas de madera, y sigan renovando y remodelando dachas antiguas o creando variantes de otras históricas.
Veamos algunos ejemplos de dachas contemporáneas.
De ahí que los jardineros modernos continúen teniendo un gran aprecio por los pequeños pueblos y las casas de madera, y sigan renovando y remodelando dachas antiguas o creando variantes de otras históricas.
Veamos algunos ejemplos de dachas contemporáneas.
Cuatro dachas modernas
1. Al cuidado de una herencia
Propietarios: La familia Yakovenko (desde 1954)
Ubicación: Komarovo, cerca de San Petersburgo
Superficie: 161,3 metros cuadrados, terraza incluida
Dato interesante: Aquí escribió Aleksandr Volodin su obra de teatro Maratón de otoño
Antes del año 1913, el pequeño asentamiento de Komarovo era conocido como Kellomäki, una zona muy popular entre los residentes de San Petersburgo. En 1954, el profesor y doctor militar Vladimir Yakovenko recibió la dacha que podemos ver en la imagen, una foto tomada en 1958.
“La dacha se construyó a finales de los años 50”, explica su propietario actual, Vladislav Yakovenko: “Durante los últimos 15 años, hemos hecho reformas en las instalaciones, pero todavía no hemos reconstruido la casa en sí. Dado que el propietario de la vivienda era jefe del equipo médico de la Armada de Rusia, disponía de un cuarto de baño caliente”, añade Vladislav.
1. Al cuidado de una herencia
Propietarios: La familia Yakovenko (desde 1954)
Ubicación: Komarovo, cerca de San Petersburgo
Superficie: 161,3 metros cuadrados, terraza incluida
Dato interesante: Aquí escribió Aleksandr Volodin su obra de teatro Maratón de otoño
Antes del año 1913, el pequeño asentamiento de Komarovo era conocido como Kellomäki, una zona muy popular entre los residentes de San Petersburgo. En 1954, el profesor y doctor militar Vladimir Yakovenko recibió la dacha que podemos ver en la imagen, una foto tomada en 1958.
“La dacha se construyó a finales de los años 50”, explica su propietario actual, Vladislav Yakovenko: “Durante los últimos 15 años, hemos hecho reformas en las instalaciones, pero todavía no hemos reconstruido la casa en sí. Dado que el propietario de la vivienda era jefe del equipo médico de la Armada de Rusia, disponía de un cuarto de baño caliente”, añade Vladislav.
“La peculiaridad de este tipo de construcciones radicaba en el hecho de que los arquitectos buscaban crear el mayor espacio habitable posible sin infringir las normas establecidas. El tamaño de la zona residencial no podía exceder los 65 metros cuadrados. Sin embargo, el edificio en sí tiene una superficie total de más del doble. El resultado es una casa con un amplio y luminoso pasillo que va desde el centro del porche hasta el pasillo”, explica.
De hecho, los constructores lo utilizaron como truco para conseguir todavía más espacio: dado que la legislación local sobre el tamaño de las viviendas y el número de habitaciones muchas veces no tenía en cuenta zonas como los pasillos o los vestíbulos, los más avispados se atrevieron añadiendo metros cuadrados en esas áreas.
De hecho, los constructores lo utilizaron como truco para conseguir todavía más espacio: dado que la legislación local sobre el tamaño de las viviendas y el número de habitaciones muchas veces no tenía en cuenta zonas como los pasillos o los vestíbulos, los más avispados se atrevieron añadiendo metros cuadrados en esas áreas.
2. Una nueva vida para un clásico
Ubicación: En la región de Moscú
Superficie: 180 metros cuadrados
Arquitecta: Yulia Nesterova
Antes de la revolución, esta casa de madera a las afueras de Moscú, donde muchos intelectuales se reunían en primavera, pertenecía a la familia de un fotógrafo imperial. El actual propietario llevaba mucho tiempo soñando con una antigua dacha que se remontara a la época de Chéjov, un espacio donde poder disfrutar de una buena taza de té en el porche y de un agradable paseo por los jardines.
Al descubrir esta magnífica residencia, con sus porches, entresuelos y hermosos marcos exteriores de las ventanas, el propietario se enamoró al instante. Durante la renovación del espacio, se encargó al arquitecto Yulia Nesterova que conservara el ambiente y el aspecto nostálgico de la vivienda, y que renovara sus interiores. Así, se restauraron las fachadas y se mantuvo intacto el viejo acristalamiento de las terrazas y balcones. Yulia decidió eliminar las divisiones internas existentes y ampliar estancias.
Ubicación: En la región de Moscú
Superficie: 180 metros cuadrados
Arquitecta: Yulia Nesterova
Antes de la revolución, esta casa de madera a las afueras de Moscú, donde muchos intelectuales se reunían en primavera, pertenecía a la familia de un fotógrafo imperial. El actual propietario llevaba mucho tiempo soñando con una antigua dacha que se remontara a la época de Chéjov, un espacio donde poder disfrutar de una buena taza de té en el porche y de un agradable paseo por los jardines.
Al descubrir esta magnífica residencia, con sus porches, entresuelos y hermosos marcos exteriores de las ventanas, el propietario se enamoró al instante. Durante la renovación del espacio, se encargó al arquitecto Yulia Nesterova que conservara el ambiente y el aspecto nostálgico de la vivienda, y que renovara sus interiores. Así, se restauraron las fachadas y se mantuvo intacto el viejo acristalamiento de las terrazas y balcones. Yulia decidió eliminar las divisiones internas existentes y ampliar estancias.
Aunque gran parte de la decoración es moderna, fue cuidadosamente seleccionada teniendo en mente la historia de las antiguas dachas. Los tonos apagados de la pintura, los muebles, las cortinas bordadas y los delicados manteles son elementos que ayudan a recrear el ambiente de principios del siglo XX.
3. Una dacha moderna con decoración artesanal
Propietario: El diseñador Vitaly Zhuykov
Ubicación: En la region de Izhevsk
Superficie: 36 metros cuadrados, sin contar la terraza
El estudio de Vitaly Zhuykov se encuentra relativamente cerca de la ciudad de Izhevsk, a orillas del río Kama. El diseñador suele escapar de Moscú y pasar los veranos aquí, donde se dedica a viajar por las pequeñas aldeas de la zona —abandonadas a causa de la migración masiva hacia las ciudades— en busca de viejos tablones de madera, muebles, puertas y marcos, a partir de los cuales crea artículos para su negocio de muebles, Made in August.
Propietario: El diseñador Vitaly Zhuykov
Ubicación: En la region de Izhevsk
Superficie: 36 metros cuadrados, sin contar la terraza
El estudio de Vitaly Zhuykov se encuentra relativamente cerca de la ciudad de Izhevsk, a orillas del río Kama. El diseñador suele escapar de Moscú y pasar los veranos aquí, donde se dedica a viajar por las pequeñas aldeas de la zona —abandonadas a causa de la migración masiva hacia las ciudades— en busca de viejos tablones de madera, muebles, puertas y marcos, a partir de los cuales crea artículos para su negocio de muebles, Made in August.
“En mi dacha todo está hecho de materiales sencillos y auténticos, aun cuando estos tienen un aspecto irregular y tosco. Es precisamente la rugosidad de sus texturas, las irregularidades y las imperfecciones lo que los hace especiales”, dice Vitaly.
Asegura que su dacha cambia con cada estación. “Cuando vengo, siempre diseño algo nuevo o remodelo algún espacio. Si encuentro tablones de madera o un marco viejo, la casa adquiere un nuevo detalle. Este estante para guardar madera, por ejemplo, está hecho de un marco tallado procedente de una de las casas abandonadas. Hay muchos pueblos vacíos por esta zona y un montón de casas a punto de ser demolidas. A veces, apenas hay tiempo de ir a rescatar objetos interesantes”, explica Vitaly.
Asegura que su dacha cambia con cada estación. “Cuando vengo, siempre diseño algo nuevo o remodelo algún espacio. Si encuentro tablones de madera o un marco viejo, la casa adquiere un nuevo detalle. Este estante para guardar madera, por ejemplo, está hecho de un marco tallado procedente de una de las casas abandonadas. Hay muchos pueblos vacíos por esta zona y un montón de casas a punto de ser demolidas. A veces, apenas hay tiempo de ir a rescatar objetos interesantes”, explica Vitaly.
4. De vuelta a sus raíces
Ubicación: Kratovo, en la región de Moscú
Superficie: 180,6 metros cuadrados, sin contar las terrazas
Arquitectos: Evgeny Asse, Grigor Aykazyan y Anastasia Koneva de ASSE Architects
Esta casa está situada en el antiguo pueblo de veraneo de Kratovo, cerca de Moscú, en medio de un precioso pinar. La dacha de dos pisos cuenta con un ático y fue construida con vigas de madera encoladas. El proyecto incluye dos terrazas al aire libre en ambas planta, que recuerdan a las tradicionales dachas de Moscú y San Petersburgo con sus balcones con adornos blancos.
Ubicación: Kratovo, en la región de Moscú
Superficie: 180,6 metros cuadrados, sin contar las terrazas
Arquitectos: Evgeny Asse, Grigor Aykazyan y Anastasia Koneva de ASSE Architects
Esta casa está situada en el antiguo pueblo de veraneo de Kratovo, cerca de Moscú, en medio de un precioso pinar. La dacha de dos pisos cuenta con un ático y fue construida con vigas de madera encoladas. El proyecto incluye dos terrazas al aire libre en ambas planta, que recuerdan a las tradicionales dachas de Moscú y San Petersburgo con sus balcones con adornos blancos.
El elemento más importante de las dachas rusas, sean de la época que sean, no tiene que ver con muebles o estructuras arquitectónicas: son las costumbres y la vida social que albergan. La dacha juega un papel crucial en los recuerdos de la infancia de la mayoría de ciudadanos rusos. Desde cultivar tomates o plantar peonías, a las agradables tardes tomando té en los porches y terrazas; desde darse un refrescante banya (baño), a llenar cubos de manzanas en agosto; la esencia de las dachas es la felicidad del hogar, los dulces recuerdos de la infancia y el grato reencuentro con la naturaleza.
Estilos del mundo: 9 familias nos abren las puertas de sus granjas
CUÉNTANOS…
¿Qué te ha parecido este recorrido por las casas de veraneo rusas? ¿Cómo era la casa en la que tu familia pasaba los veranos? Comparte experiencias en los comentarios
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Las primeras dachas rusas nacieron bajo el reinado del zar Pedro I de Rusia, el Grande (1672-1725). En el siglo XVIII, “dachas” (del verbo ruso “дать” [dat’] —"dar") era el nombre que se le daba a las pequeñas fincas —para los estándares de la época— destinadas escapar temporalmente de la vida en la corte y sus estrictos protocolos. El objetivo era disfrutar de los placeres más simples, como cuidar del jardín o cultivar un pequeño huerto. En sus orígenes, por tanto, las dachas eran un refugio para los que ya tenían un palacio.