Arquitectura
Arquitectura: Una Casa y un Amor… en mayúscula (I)
Una reflexión sobre la Casa –así, en mayúscula–, la arquitectura, la vida y, por qué no, el amor.
El arquitecto Moisés Royo, fundador del estudio Muka Arquitectura, reflexiona en esta serie de dos artículos sobre el concepto de casa, su carácter, la singularidad de un proyecto y la forma en la que, en su opinión, se debe afrontar el diálogo con el cliente. A veces, como veremos, se pueden sacar muchos detalles y conclusiones a partir de una simple fotografía. Continúa leyendo, te aseguramos que este artículo (y el próximo, que podrás leer este mismo jueves día 15) no te defraudarán.
En mi opinión, la Casa, en mayúscula, tiene que ver con el nombre propio de las personas, es decir con un concepto de algo único, personal, irrepetible.
Para definir a una persona no sólo cuenta su aspecto físico, sino también su espíritu, su carácter. Sofía puede ser alta, de pelo castaño, ojos claros y, además, alegre, simpática y generosa. Ahora bien, ¿cómo definiríamos ‘la Casa’?
Para definir a una persona no sólo cuenta su aspecto físico, sino también su espíritu, su carácter. Sofía puede ser alta, de pelo castaño, ojos claros y, además, alegre, simpática y generosa. Ahora bien, ¿cómo definiríamos ‘la Casa’?
Pues bien, en primer lugar deberíamos dotarle de estas cualidades humanas porque no debemos olvidar que las viviendas tienen su propio carácter, personalidad: un halo que impregna a sus usuarios –de manera inconsciente casi siempre–, al igual que el contexto que nos rodea. Estos aspectos afectan a nuestro ánimo, a la relación con el resto de usuarios del hogar y también al vínculo que mantenemos con el resto de vecinos: nuestra sociedad más próxima. Los nórdicos fueron, a comienzos del siglo pasado, los primeros en dotar de un nombre a este conjunto de cualidades: genius loci o alma de un lugar.
Descubre más artículos en la sección ‘Arquitectura’ de la Revista Houzz España
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¿Recordáis a mi vecino? Ambos llevamos vaqueros… y el tributo que se cobra a nuestra costa la casa –en minúscula– es muy alto y fruto de una modernidad mal entendida. Yo estoy convencido que se puede realizar un número elevado de ‘Casas’ –sí, en mayúscula– con una calidad humana alta.
Sólo hace falta estar atento a pequeños cambios que completen nuestras necesidades básicas y no se enfrenten a la economía, eficiencia energética y celeridad que predominan –justificadamente o no– en nuestra sociedad. Es más, la solución propuesta debería potenciarlas. Por este motivo, cada nuevo proyecto debe ser concebido el cuidado y la excepcionalidad que se le supone a cada persona que realiza un encargo.
En el próximo artículo, contaré cómo ha sido un encargo concreto: la relación con los clientes, lo que me pidieron y cómo lo hicieron. Espero que sepa transmitir la alegría y la pasión que me produce hacer algo tan importante para alguien como la casa de sus sueños.
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¿Te ha gustado este artículo? Esperamos tus comentarios. En el próximo, descubre la historia de los propietarios
En el próximo artículo, contaré cómo ha sido un encargo concreto: la relación con los clientes, lo que me pidieron y cómo lo hicieron. Espero que sepa transmitir la alegría y la pasión que me produce hacer algo tan importante para alguien como la casa de sus sueños.
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Mi intención ahora, querido lector, es que seas capaz de extrapolar esta idea de individualidad, de singularidad, al espacio que habitamos. Pero, ¡ojo!, cuando me refiero al espacio, a la casa, no lo hago en minúscula –es decir a una construcción común y corriente cuya descripción estará completa usando algún adjetivo que la describa–, sino en mayúscula: ‘la Casa’. ¿Por qué? Lo que pretendo es comunicar un valor adicional de la vivienda. Como arquitectos, lo que nos debe interesar es proponer ‘Casas’ y evitar las ‘casas’.