Casas Houzz
Una espectacular vivienda en la Moraleja rodeada de encinas
Recorremos una vivienda de lujo en La Moraleja, al norte de Madrid, proyectada alrededor de una gran encina.
Esta vivienda unifamiliar en la exclusiva urbanización de La Moraleja aparece semioculta entre árboles, muchos de ellos las típicas encinas de esta zona de Alcobendas. Quedan así ya planteadas algunas de las cuestiones principales del proyecto: encontrar un balance correcto entre la necesaria privacidad y el deseo de abrirse a la vegetación circundante de la parcela y el entorno, así como trascender la escasa sofisticación de muchas de las viviendas de la zona que intentan seducir a través de la ostentación de los materiales recreando clasicismos que caen en lo irrelevante.
La fachada a sur se abre al jardín en ambas plantas. El trabajo de carpinterías es notabilísmo, siendo muy precisos los retranqueos, ajustándose a una posición elevada del sol en verano sin perjuicio de un soleamiento suficiente de los espacios intermedios de planta baja y los dormitorios de la primera planta a través de sus grandes ventanales, interrumpidos sólo con motivo de duchas o armarios, con una solución en planta muy interesante y original, también atrevida: no hay puerta en los accesos desde dos de los dormitorios al lavabo y la ducha, y esta se sitúa en esa fachada al jardín, de forma discreta pero disfrutona.
Desde la piscina se advierte cómo la vivienda ha querido respetar esa gran encina y organizar sus espacios en planta baja a su alrededor, como parte del gran jardín donde otros muchos árboles sombrean y disimulan la presencia de la casa. Y concretamente sobre la piscina, no demasiado grande, cabe destacar que dialoga tanto por su posición como por su forma con la vivienda, evitando alineaciones forzadas y sugiriendo un chaflán complementario al de la planta primera a colación de la encina, mostrando una perfecta sinfonía compositiva.
Desde la piscina se advierte cómo la vivienda ha querido respetar esa gran encina y organizar sus espacios en planta baja a su alrededor, como parte del gran jardín donde otros muchos árboles sombrean y disimulan la presencia de la casa. Y concretamente sobre la piscina, no demasiado grande, cabe destacar que dialoga tanto por su posición como por su forma con la vivienda, evitando alineaciones forzadas y sugiriendo un chaflán complementario al de la planta primera a colación de la encina, mostrando una perfecta sinfonía compositiva.
La fachada principal, orientada a norte, consta de dos entradas, una a través de la cocina y otra, la principal, cuya puerta se esconde en un entramado de madera, si bien queda al descubierto gracias al acento de la singular estructura vertical acristalada de la que cuelga una marquesina para dar sombra a esa discreta entrada.
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El arquitecto cuenta que ese inesperado cubo acristalado sobre la marquesina surge a partir de recuerdos de los veranos de la infancia del propietario; recuerdos que él mismo propietario llamaba ‘mar de cristal’. El resultado se plasma en “un espacio donde al entrar se pudieran dejar atrás los agobios y las preocupaciones del día a día y tener la sensación de haber llegado a casa”, dice Molina.
Una rampa conduce a la entrada inferior al aparcamiento de la planta sótano, movimiento que acompañada la fachada de mampostería careada de piedra caliza de la zona, que continúa desde el norte hacia poniente y termina ofreciendo un cubo blanco sin concesiones ni ventanas, cuyo Sistema de Aislamiento Térmico por el Exterior (SATE) a base de 8 cm de poliestireno y un mortero acrílico de acabado de la marca Baumit, protege el dormitorio de la primera planta de la temida orientación al poniente madrileño.
Finalmente, el ala este acoge en planta baja una suerte de bar con un mobiliario muy colorido (todo el interiorismo es de Alejandra Pombo), cerrándose en su totalidad con el mismo muro de mampostería que recorre las fachadas, pero dejando entrar la luz por una larga ventana horizontal elevada.
La planta primera se cierra casi totalmente a esa orientación con el mismo sistema de aislamiento por el exterior antes mencionado. Al interior, el dormitorio principal, un gran vestidor y un gran cuarto de baño.
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En dicho cuarto de baño, de nuevo, el espacio de la ducha es el protagonista gracias a una gran ventana en esquina (situada a una altura conveniente y ligeramente retranqueada), que recuerda mucho a las habilidosas carpinterías de Rietveld en la Casa Schroeder de Utrecht, todo un clásico moderno de la arquitectura holandesa neoplasticista.
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Son más las referencias modernas (o premodernas) a celebrar; por ejemplo la que ofrece el espacio interior desde la entrada principal, con una media altura que recuerda mucho al Loos doméstico y a su raumplan. El arquitecto modela aquí un espacio complejo e intenso con una luz cruzada de sur (directa) y norte, además de diversos planos y volúmenes que subrayan esa espacialidad que invita a los usuarios a disfrutar de esta zona, nunca más de mero paso al jardín sino de puro gozo. Ayuda mucho de nuevo el mobiliario y, en especial, el banco corrido en L que se integra en la escalera, tal como muestra la imagen superior tomada desde la zona inferior con esas diagonales que articulan el desplome vertical de casi un metro y medio del ala oriental con respecto a la occidental.
El suelo porcelánico de la parte baja de la entrada es el mismo que se utiliza en la zona del bar. Se trata del modelo Trencadis, de Gunni, y sirve además para conectar el interior de la vivienda con la zona exterior, subrayando esa siempre interesante continuidad.
La zona de estar, a la izquierda nada más acceder por la fachada sur, es un espacio amplísimo completamente abierto al jardín.
En la cocina, en la zona más al oeste de la planta baja de la casa, destaca una gran isla perpendicular volcada a la fachada sur.
Junto a la isla, una zona de comedor definida por esta gran mesa redonda.
¿Y A TI?
¿Qué es lo que más te gusta de esta vivienda en La Moraleja? Esperamos tus comentarios
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Quien vive aquí: una familia
Situación: La Moraleja, Madrid
Superficie: 960 metros cuadrados (aprox.)
Proyecto: Molina Zabala Arquitectura
La vivienda consta de planta sótano, baja y primera, para un total de casi mil metros cuadrados que se construyen sobre “una topografía suave en la que el elemento más característico es una leve depresión en la mitad oriental, donde se alza la encina de mayor porte de toda la parcela, de la cual nace el proyecto y la voluntad de crear un espacio de estancia interior-exterior alrededor de dicha encina”, describe el arquitecto Mariano Molina, de Molina Zabala Arquitectura. De esta manera, según Molina, la vivienda se configura “a partir de una planta en L cuyos brazos crean un espacio en la parte más baja del solar, a la sombra de este gran árbol”.
Esta descripción habla del compromiso contemporáneo de la arquitectura con el medio: un compromiso que debe subrayarse y aplaudirse como en este caso, ya que no siempre estas cuestiones se respetan, sobre todo en ámbitos privados como el de las viviendas unifamiliares y a pesar de la legislación vigente.