Dani Legaz

Se podría decir que soy un bebé de laboratorio. Pasé los primeros meses de mi vida entre líquidos de revelado, película de blanco y negro y luces rojas, en el cuarto oscuro del establecimiento de fotografía familiar. Si es verdad que todos nacemos con un destino, el mío sin duda era ser fotógrafo. Allí aprendí todos los secretos del negocio, desde el arte de calmar a una novia enloquecida en el día de su boda, hasta el de cómo llevar a un niño en un segundo a tu terreno, para conseguir su mejor sonrisa. A los 16 años, hacía los reportajes de boda completos y las sesiones de estudio, fue entonces cuando empecé a fotografiar a los más pequeños; me hicieron descubrir que aquella era la parte que más me gustaba de mi oficio, ¡que allí me sentía en mi salsa! De esa manera me especialicé, poco a poco, en retratar a “esos locos bajitos” y así me convertí en todo un payaso de la fotografía. Ahora, llegando ya a los 40, y tras casi 25 años de oficio ,estoy disfrutando, más que nunca, gracias a la foto digital. Es una herramienta que dispara la creatividad y abre las puertas de un mundo que hace 25 años ni imaginábamos y al que sólo unos cuantos maestros fotógrafos, eran capaces de llegar con las cámaras analógicas.