Una comuna en Suecia: Los vecinos que se han convertido en una familia
La comunidad de Sofielunds ofrece la intimidad de un hogar además de todos los beneficios de la vida familiar; comida casera incluida.
Sara Norrman
9 de abril de 2016
Los residentes de estos bloques de viviendas en Malmö, al sur de Suecia, ya se conocían incluso antes de mudarse. Todos ellos creen que compartir tareas como la limpieza y la cocina es el mejor modo de vivir juntos. Puede que el concepto de co-housing (viviendas colaborativas o coviviendas) no sea nada nuevo, pero lo que convierte a Sofielunds Kollektivhus en proyecto especial es que su construcción contó con financiación pública y que sus residentes disponen de pisos independientes además de las zonas comunes, que utilizan siempre que quieren. Houzz ha explorado esta comunidad y charlado con sus habitantes.
Los dos edificios que componen el complejo Sofielunds Kollektivhus cuentan con vistas a la ciudad de Malmö. Ambos tienen 45 pisos y su construcción se terminó en diciembre de 2014; momento en el que, pese a tener todavía aspecto de obra, recibió sus primeros residentes. Además, se habían asignado viviendas a otros 100 más antes de finalizarse el proyecto.
Hilda Gustafsson, presidenta de la asociación de vecinos, explica cómo nació este proyecto. “La asociación se fundó en 2009 y sus miembros se registraron automáticamente para que se les asignara una vivienda en el nuevo edificio. Los arquitectos de este proyecto, Kanozi, elaboraron los planos junto con nosotros en la asociación de vecinos y el innovador concepto pareció llamar la atención de la constructora pública de Mälmo MKB”.
Algunas cosas que hacemos en secreto en casa cuando nadie nos ve
Hilda Gustafsson, presidenta de la asociación de vecinos, explica cómo nació este proyecto. “La asociación se fundó en 2009 y sus miembros se registraron automáticamente para que se les asignara una vivienda en el nuevo edificio. Los arquitectos de este proyecto, Kanozi, elaboraron los planos junto con nosotros en la asociación de vecinos y el innovador concepto pareció llamar la atención de la constructora pública de Mälmo MKB”.
Algunas cosas que hacemos en secreto en casa cuando nadie nos ve
Antes de mudarse, los residentes firmaron un contrato que estipulaba su participación de forma rotativa en tareas como la limpieza de las zonas comunes o la preparación de la cena –de la que todos podrían disfrutar en el amplio comedor comunitario que vemos en la foto–. Así, se convino que el equipo de cocina serviría la cena tres días a la semana. Actualmente, la idea es servir otra comida de carácter más festivo una vez al mes.
Los residentes necesitaron un tiempo para acostumbrarse a la cocina de tamaño industrial y a cocinar para tantos comensales –cada comida está prevista para servir hasta 65 personas. “A veces nos equivocamos con la cocción, otras no calculamos bien la cantidad…”, confiesa Hilda. “No somos cocineros profesionales. Siempre hay alguno que se queja, pero los más positivos compensan la balanza”.
Los residentes necesitaron un tiempo para acostumbrarse a la cocina de tamaño industrial y a cocinar para tantos comensales –cada comida está prevista para servir hasta 65 personas. “A veces nos equivocamos con la cocción, otras no calculamos bien la cantidad…”, confiesa Hilda. “No somos cocineros profesionales. Siempre hay alguno que se queja, pero los más positivos compensan la balanza”.
¿Y por qué eligió Hilda –en la foto– este modo de vida? “Al trabajar a jornada completa me las veía y deseaba para organizar mi vida social. Aquí, sin embargo, es algo que surge de forma natural. Me relaciono con gente cada vez que salgo de casa”. Además, hay un componente social que constituye el eje central sobre el que gira este estilo de vida. “Para muchos de nosotros es primordial que la vivienda sea un espacio social, ecológico y económicamente sostenible”.
10 dueños nos hablan de su primera vivienda
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De los 100 residentes, 20 son niños. El rango de edad oscila desde los recién nacidos hasta los 75 años. La arquitectura de este espacio fomenta la vida en sociedad, con escaleras y caminos entre las viviendas que conducen, además, al espacio comunitario exterior, y con balcones en todos los pisos desde los que conversar con los transeúntes.
En este conjunto de viviendas habitan tanto residentes ya expertos en la vida comunitaria como otros nuevos miembros de este estilo de vida. Vera Rastenberger –en la foto– es una veterana en lo que a comunas se refiere. “Soy una revolucionaria, más que una veterana”, comenta. “Participé en la famosa ocupación de las viviendas Mullvaden, en Estocolmo, en el año 1977”. Entonces, unas 300 personas se mudaron a un bloque de pisos vacío para evitar su demolición y residieron allí durante un año. Vera era madre soltera y quería que su hijo tuviera algo de compañía, así que optó por irse a vivir a una comuna –y siguió haciéndolo a lo largo de dos décadas.
Vera asegura que lo mejor de este tipo de viviendas es que nunca estás solo. “Desde que soy ciega, me tranquiliza saber que puedo contar con la ayuda de mis vecinos. Puedo apañármelas bastante bien sola, pero el otro día, por ejemplo, estaba friendo algo para comer y saltó la alarma de incendios. Como no podía apagarla, salí al pasillo exterior y pedí ayuda. De estar viviendo en cualquier otro sitio, habría tenido que llamar a los bomberos, algo que, en esta ocasión, era innecesario”, explica.
“Antes de mudarme aquí, vivía en una casa preciosa en Malmö, donde mis vecinos eran de lo más tranquilos y educados. Nadie tenía niños, así que yo era la única escandalosa”. Este es el salón de Vera Rastenberger.
De acuerdo con Ulrika Egerö, presidenta de la organización y el grupo de presión KollektivhusNu, Suecia cuenta en la actualidad con unos 45 edificios construidos de viviendas colaborativas. “En este ámbito, Dinamarca se encuentra a la cabeza y Suecia ocupa el segundo lugar. Asimismo, este tipo de proyectos están teniendo mucha fuerza en países como Alemania, Holanda y EE.UU.”
En Suecia, las primeras viviendas colaborativas se construyeron en los años 30, aunque contaban con empleados externos que se encargaban del restaurante, la lavandería y el cuidado de los niños. Durante la década de 1970, muchos optaron por vivir en comunas, lo cual dio origen a varias asociaciones que se dedicaron a construir viviendas adaptadas a ese estilo de vida. “Es un movimiento que se encuentra en constante desarrollo, aunque frenó un poco durante la década de 1990”, explica Ulrika Egerö. “En estos momentos, parece que está volviendo a crecer el interés de los ciudadanos por este tipo de viviendas”.
En Suecia, las primeras viviendas colaborativas se construyeron en los años 30, aunque contaban con empleados externos que se encargaban del restaurante, la lavandería y el cuidado de los niños. Durante la década de 1970, muchos optaron por vivir en comunas, lo cual dio origen a varias asociaciones que se dedicaron a construir viviendas adaptadas a ese estilo de vida. “Es un movimiento que se encuentra en constante desarrollo, aunque frenó un poco durante la década de 1990”, explica Ulrika Egerö. “En estos momentos, parece que está volviendo a crecer el interés de los ciudadanos por este tipo de viviendas”.
Los residentes de Sofielunds se han organizado en ocho equipos con distintas responsabilidades, entre ellas el mantenimiento del edificio y las tareas de cocina. Muchas de las reuniones se llevan a cabo en salas comunes como la que vemos en esta imagen. Puesto que el edificio es propiedad del ayuntamiento, no se necesita contratar a un conserje para que se ocupe de vigilar la propiedad y el precio del alquiler puede reducirse ligeramente.
“Así, cada piso puede ahorrarse unos cientos de coronas (entre unos 30 y 35 €) al mes”, explica Hilda Gustafsson. “Además, nosotros mismos nos encargamos de enviar las facturas para el pago del alquiler, pagar los suministros como la electricidad, entre otras tareas administrativas. Este modo de operar beneficia a los propietarios, así como al ayuntamiento y a la ciudad de Malmö”.
“Así, cada piso puede ahorrarse unos cientos de coronas (entre unos 30 y 35 €) al mes”, explica Hilda Gustafsson. “Además, nosotros mismos nos encargamos de enviar las facturas para el pago del alquiler, pagar los suministros como la electricidad, entre otras tareas administrativas. Este modo de operar beneficia a los propietarios, así como al ayuntamiento y a la ciudad de Malmö”.
Al lado del comedor comunitario se encuentra este acogedor rincón de lectura, equipado con una estantería que proporcionó uno de los residentes, que es bibliotecario. Aquí, todo el mundo puede estudiar, disfrutar de un rato de lectura a solas o, simplemente, socializar.
¿Café o té? Descubre cómo se prepara alrededor del mundo
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El taller de carpintería dispone de herramientas y mesas de trabajo para la reparación o fabricación de muebles.
El complejo también dispone de un gran telar junto al taller, donde uno de los grupos se dedica a tejer y coser.
La sala de audiovisuales cuenta con un proyector. Cuando se proyecta una sesión infantil, todos los niños del edificio se juntan; algunos se sientan hasta en el alféizar de la ventana con unos cojines. Asimismo, los padres pueden hacer uso de la sala para celebrar fiestas de cumpleaños e invitar a los amigos de los más pequeños.
“A todos nos encanta vivir aquí por distintos motivos”, asegura Hilda. “A las madres y padres solteros les viene bien poder contar con la comida tres veces por semana, y los ancianos, por ejemplo, nunca están solos”.
“A todos nos encanta vivir aquí por distintos motivos”, asegura Hilda. “A las madres y padres solteros les viene bien poder contar con la comida tres veces por semana, y los ancianos, por ejemplo, nunca están solos”.
Por otro lado, los pisos son independientes y están totalmente equipados con cocina, baño, salón y dormitorios. Además, todos cuentan con un espacio exterior de algún tipo, ya sea un balcón o una terraza. Esta es la cocina del piso de Hilda.
Ella vive en una de las viviendas más grandes y la comparte con cuatro amigos. Le preguntamos si, en alguna ocasión, alguien no ha realizado las tareas para las que se inscribió al mudarse. “Tenemos una normativa que rige situaciones como las enfermedades o los embarazos, por ejemplo”, explica. “Además, durante nuestras reuniones mensuales, tratamos de debatir sobre las dificultades que se nos van presentando. Es mucho mejor hacerlo en persona porque es más fácil malinterpretar a alguien en un correo electrónico, donde se suele caer en el error de leer entre líneas. A veces, el debate puede llegar a ser intenso, aunque los miembros del consejo siempre se encargan de resolver las situaciones más complejas, para que todo el mundo esté satisfecho”.
Si un residente no llevara a cabo las tareas que le corresponden podría ser expulsado, aunque lo cierto es que nunca ha sucedido. “Todos tenemos un contrato. Si no se cumple supongo que se rescindiría”, explica Hilda.
Finalmente, le preguntamos si considera que no hay inconvenientes en este estilo de vida: “Para mí es como vivir con una extensión de la familia, algo que puede resultar complicado si no estás acostumbrado a tal grado de confianza e intimidad”, responde. “Además, del mismo modo que ocurre con la familia, son precisamente los momentos más duros los que acaban siendo los mejores”.
CUÉNTANOS…
¿Qué es lo que más te ha gustado de este artículo? ¿Conoces alguna comunidad de este estilo? Esperamos tus comentarios.
Finalmente, le preguntamos si considera que no hay inconvenientes en este estilo de vida: “Para mí es como vivir con una extensión de la familia, algo que puede resultar complicado si no estás acostumbrado a tal grado de confianza e intimidad”, responde. “Además, del mismo modo que ocurre con la familia, son precisamente los momentos más duros los que acaban siendo los mejores”.
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Una idea muy interesante, para persoanas mayores, para familais con niños, me seduce mucho mucho la idea.
Es genial! Sólo tiene ventajas! Y si quieres intimidad, siempre tienes tu casa para estar solo. Me encanta