Jardín de la semana: Una finca repleta de historias en Asturias
Ramón y su familia viven rodeados de caballos salvajes, manzanos y hortensias. En su enorme finca, también hay un museo.
Hace más de 10 años que Ramón Fernández López tuvo la idea de fundar un museo en su finca. Apoyado por su familia, poco a poco fue dando forma al que hoy es el Museo Rural Etnográfico de Luarca, donde a través de más de 1.000 objetos se cuenta parte de la historia, usos y costumbres en este rincón de Asturias. Además del museo, en este inmenso espacio verde al borde del Cantábrico también hay una casona centenaria, enormes limoneros, robles, tejos y camelias. El hijo del artífice, también llamado Ramón, nos guía por este magnífico lugar… y de postre, una clase de asturiano con sidra del lagar.
Al lado de la casona está el lagar donde se elabora la sidra, con su terraza y el típico hórreo o granero asturiano. Este en concreto tiene 200 años de antigüedad. En total, en la finca, hay 3 hórreos; uno de ellos es una panera de 1914, situada en el museo. El tercero está junto a la piscina. Además de limoneros (en la imagen, uno enorme), los manzanos son habituales para elaborar sidra: “El jardín lo cuidamos entre los cuatro: mi madre, mi hermana, mi padre y yo”, cuenta Ramón: “También hay naranjos e higueras. Yo he repoblado la finca con especies autóctonas o aclimatadas, como el tilo, el haya, el roble, el abedul o el castaño”, detalla este entusiasta de la naturaleza licenciado en Recursos Humanos y Relaciones Laborales.
Durante el verano, tanto la familia como los huéspedes disfrutan de la generosa piscina situada delante de la vivienda familiar, la casa más moderna de la finca. “Solemos abrirla hasta septiembre; todo depende del verano asturiano. A veces en octubre tenemos mejor tiempo que en mayo o junio”, dice Ramón. Al fondo, un hórreo que trajeron hace 15 años desde un pueblo cercano, Barcia.
La gran mayoría de los árboles de la finca tienen entre 60 y 70 años, aunque los hay más antiguos, como algunas camelias.
Un jardín en Asturias no sería tal sin hortensias y sin camelias (Camellia japonica sasanqua), perfectamente adaptadas al clima atlántico. Los pendientes de la reina (Fuchsia magellanica) también abundan en el jardín.
8 trucos imprescindibles para mantener tu jardín en invierno
Un jardín en Asturias no sería tal sin hortensias y sin camelias (Camellia japonica sasanqua), perfectamente adaptadas al clima atlántico. Los pendientes de la reina (Fuchsia magellanica) también abundan en el jardín.
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“Mi árbol favorito es el roble o carbayo, como le llamamos aquí. También me gustan mucho los tejos (Taxus baccata), que suelen estar cerca de capillas e iglesias centenarias en Asturias”, cuenta Ramón, a quien le gusta “mucho” vivir aquí. Por la mañana, dice, escucha el canto de los mirlos y de algún carpintero. “También aparece el arrendajo, que aquí conocemos como glayo o glayu. Así llamamos a quien protesta o riñe; de hecho, solemos decir: ‘¿Ya estás glayando?”, dice.
Cerca de la vivienda familiar (en primer plano, de amarillo), se encuentra el Museo Rural Etnográfico de Luarca, fundado por Ramón padre (la edificación pintada de añil, al fondo).
Abierto en el año 2002, está dedicado a dar a conocer el patrimonio etnológico y cultural de este trocito de Asturias.
Abierto en el año 2002, está dedicado a dar a conocer el patrimonio etnológico y cultural de este trocito de Asturias.
La puerta de entrada al museo fue restaurada por el padre de Ramón, “un auténtico manitas”:
Antiguos adminículos de escuela (pupitres, pizarras), paneras centenarias, trilladoras o un telar: los visitantes disfrutan conociendo cómo era la vida en esta zona de España hace unas décadas a través de más de 1.000 artículos. Las piezas que se exhiben son herencia, donaciones y adquisiciones. La minuciosidad de las visitas (duran entre 2 y 3 horas), hace que no se muestren a grupos de menos de diez personas.
En la foto, Ramón hijo con una “pizarrina” de las que se utilizaban antes en las escuelas.
Antiguos adminículos de escuela (pupitres, pizarras), paneras centenarias, trilladoras o un telar: los visitantes disfrutan conociendo cómo era la vida en esta zona de España hace unas décadas a través de más de 1.000 artículos. Las piezas que se exhiben son herencia, donaciones y adquisiciones. La minuciosidad de las visitas (duran entre 2 y 3 horas), hace que no se muestren a grupos de menos de diez personas.
En la foto, Ramón hijo con una “pizarrina” de las que se utilizaban antes en las escuelas.
El uso de madreñas (típicos zuecos asturianos de madera) era obligado por estos lares encharcadizos y con hierbas altas siempre mojadas. En la imagen un tajuelo o banco maderero, una de las joyas del museo.
Las xarreas o calesas, carros de paseo, vinieron deshechas; se restauraron pieza por pieza. Detrás, de color rojo, un precioso molino de agua. Hay varios molinos medievales en la finca.
En la zona de huerta, por fin vemos a uno de los diez gatos que hay en la finca. Ellos también son parte fundamental del complejo: mantienen a raya a los abundantes topillos, musarañas, ratones o roedores de campo.
En el huerto, se cultiva maíz de tres colores. El granate, con las mazorcas en ristras, resulta muy decorativo, tal y como vemos en la imagen de la izquierda.
En el huerto, se cultiva maíz de tres colores. El granate, con las mazorcas en ristras, resulta muy decorativo, tal y como vemos en la imagen de la izquierda.
Hace unos años, la familia adquirió un molino que se encuentra a pocos metros de la casa principal, con su caseta y que ya están rehabilitando –se ha convertido en un añadido más al museo, cerca de las cuadras.
Antes y después: La increíble reforma de una granja en Asturias
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Los caballos asturcones, raza autóctona de Asturias, viven aquí a sus anchas. Se alimentan con hierba, manteniendo el campo limpio. Patos, ocas y faisanes también campan por la finca, aunque es el zorro el que, cuando aparece, más se hace notar: “Cuando viene la raposa, que así le llamamos por aquí, causa estragos: ya no podemos tener sueltas gallinas o patos. Mata las pitas y las que sobreviven pasan días sin poner huevos”, confirma Ramón, a quien se le suele ver a menudo acompañado de Rosky, el cabrito de la familia al que tratan como a una mascota más.
Jardines para todos los gustos en la sección de fotos de Houzz España
CUÉNTANOS…
¿Qué es lo que más te gusta del jardín de Ramón y su familia? Esperamos tus comentarios
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Quién vive aquí: Ramón Fernández y su mujer, Celia Alonso, responsables del Museo Rural Etnográfico de Luarca o Museo de la Mata y de la casa rural Los Glayus, con Sara y Ramón, dos de sus cuatro hijos
Situación: Luarca, Asturias
Superficie: 3 hectáreas
La más destacada de las construcciones que hay en la finca de los Fernández-Alonso es la casa de aldea Los Glayus, una preciosa casona (en la imagen).
Se trata de la típica mansión rústica de mampostería y piedra de la cornisa Cantábrica con tejado a dos aguas y que la familia alquila como casa rural. Data del siglo XIX –aunque la casa primitiva, de la que quedan restos, datan del XVII– y se restauró en el 2002, utilizando solo materiales de derribo procedentes de otras mansiones de la zona.
“Esta casona fue de mis abuelos y es donde nació mi padre”, explica Ramón Fernández, hijo del artífice de este lugar tan especial, donde naturaleza e historia conviven plácidamente, y que hoy será nuestro guía por, nada menos, los 30 mil metros cuadrados de terreno.