Arquitectura
4 retos (urgentes) para nuestras viviendas y ciudades
Se debe repensar la ciudad y la vivienda para encontrar un equilibrio entre nuestros deseos y la realidad.
Como consecuencia de la pandemia de la que aún estamos saliendo, el mundo está intentando adaptarse a los cambios y el campo de la vivienda no queda al margen de estos necesarios reajustes. Aunque el título dibuja un escenario amplísimo para ser acometido en un solo artículo, sí apuntaremos algunas reflexiones que pueden resultar interesantes para los profesionales cuyo ámbito de trabajo se centra en la vivienda y la ciudad.
Robin Hood Gardens (1966-72). Fotografía: Patrick / Made by architects (2017). Licencia Creative Commons
Volviendo a la vivienda moderna, esos modelos y estándares se antojan hoy insuficientes, cuando no directamente prescriptivos (en lugar de performativos) como en el caso de la vivienda social, convirtiendo los espacios domésticos en una especie de vivienda palladiana pero reducida en tamaño, mucho más pequeña, casi como una fotocopia cutre.
Lacaton & Vassal: Premio Pritzker 2021 a una arquitectura humana
Volviendo a la vivienda moderna, esos modelos y estándares se antojan hoy insuficientes, cuando no directamente prescriptivos (en lugar de performativos) como en el caso de la vivienda social, convirtiendo los espacios domésticos en una especie de vivienda palladiana pero reducida en tamaño, mucho más pequeña, casi como una fotocopia cutre.
Lacaton & Vassal: Premio Pritzker 2021 a una arquitectura humana
La vivienda contemporánea es una vivienda en planta antigua, a la que con dificultad se le han ido quitando tabiques y se le han añadido asuntos burgueses: materiales caros o sistemas de domótica que en lugar de hacer la vivienda inteligente hace a sus dueños simplemente perezosos, siendo discutibles muchas veces sus resultados en materia de ahorro energético si el usuario no conoce las bondades y limitaciones de estas instalaciones.
La normativa debería ser lo suficientemente flexible para entender situaciones donde, en lugar de pensar en la perversión y la trampa de cerrar la terraza o de si está cerrada en tres lados o no, ayudar a lo contrario, quizá a través de un coeficiente de minoración de superficies útiles y construidas donde, a más terraza, el resto de la superficie de la vivienda computara menos, facilitando así la posibilidad de un verdadero diseño abierto que pudiera modificarse según las circunstancias.
La normativa debería ser lo suficientemente flexible para entender situaciones donde, en lugar de pensar en la perversión y la trampa de cerrar la terraza o de si está cerrada en tres lados o no, ayudar a lo contrario, quizá a través de un coeficiente de minoración de superficies útiles y construidas donde, a más terraza, el resto de la superficie de la vivienda computara menos, facilitando así la posibilidad de un verdadero diseño abierto que pudiera modificarse según las circunstancias.
Robin Hood Gardens (1966-72). Fotografía: Seier+Seier (2015). Licencia Creative Commons
2. El arquitecto como motor de un cambio de modelo de vivienda
Además de esa revisión de la normativa que ayudara a una actualización y flexibilización de la misma, una segunda reflexión es necesaria para superar los modelos del mercado en cuanto a lo que pueden tener de oportunistas y pensar qué es lo que el usuario realmente necesita y no qué es lo que la industria quiere vender.
Ahí, la figura del arquitecto como un mediador experto ofrece una oportunidad para dejar atrás la figura del profesional como una especie de peaje innecesario para conseguir licencias. En esa conversación necesaria entre el cliente y el arquitecto, resulta obligado que el primero sea un usuario informado, más allá de las tendencias estéticas y gustos personales.
Así, en lugar de las invitaciones constantes a través del tipo “esta terraza se puede cerrar y ser parte del salón”, que tanto han contribuido al chabolismo vertical de nuestras ciudades, podrían darse situaciones en las que se invita –y poco a poco la normativa y el mercado deben tender hacia ello– a invadir de forma legal los espacios comunes y a disfrutarlos, algo que no es nuevo y que ya aparecía en los criteria for mass housing de los Smithson y en sus Robin Hood Gardens, tristemente convertidos en guetos, primero, y luego demolidos.
2. El arquitecto como motor de un cambio de modelo de vivienda
Además de esa revisión de la normativa que ayudara a una actualización y flexibilización de la misma, una segunda reflexión es necesaria para superar los modelos del mercado en cuanto a lo que pueden tener de oportunistas y pensar qué es lo que el usuario realmente necesita y no qué es lo que la industria quiere vender.
Ahí, la figura del arquitecto como un mediador experto ofrece una oportunidad para dejar atrás la figura del profesional como una especie de peaje innecesario para conseguir licencias. En esa conversación necesaria entre el cliente y el arquitecto, resulta obligado que el primero sea un usuario informado, más allá de las tendencias estéticas y gustos personales.
Así, en lugar de las invitaciones constantes a través del tipo “esta terraza se puede cerrar y ser parte del salón”, que tanto han contribuido al chabolismo vertical de nuestras ciudades, podrían darse situaciones en las que se invita –y poco a poco la normativa y el mercado deben tender hacia ello– a invadir de forma legal los espacios comunes y a disfrutarlos, algo que no es nuevo y que ya aparecía en los criteria for mass housing de los Smithson y en sus Robin Hood Gardens, tristemente convertidos en guetos, primero, y luego demolidos.
Edificio Mirador, Madrid, de MVRDV (2009). Fotografía: Port(u*o)s. Licencia Creative Commons
3. Urge aprender a vivir en comunidad
Lo anteriormente expuesto conduce, irremisiblemente, a una tercera reflexión; la de la urgencia de aprender a vivir en comunidad. Por mucho que puedan apreciarse actitudes esnobs en la última Bienal de Venecia, no es menos cierto que su pregunta sobre cómo viviremos juntos es oportuna y hay que hacer un esfuerzo común para no enjuiciar de forma negativa y a priori todo aquello que intente ahondar en esta condición de lo social. En Madrid, sin ir más lejos, algunas viviendas sociales en las últimas décadas han intentado aflorar este debate sin encontrar en muchos casos opiniones justas; hablo de los intentos de la EMV a través de edificios de FOA o MVRDV, por ejemplo, que los usuarios y la sociedad, casi de forma unánime, juzgaron banales o desafortunados.
3. Urge aprender a vivir en comunidad
Lo anteriormente expuesto conduce, irremisiblemente, a una tercera reflexión; la de la urgencia de aprender a vivir en comunidad. Por mucho que puedan apreciarse actitudes esnobs en la última Bienal de Venecia, no es menos cierto que su pregunta sobre cómo viviremos juntos es oportuna y hay que hacer un esfuerzo común para no enjuiciar de forma negativa y a priori todo aquello que intente ahondar en esta condición de lo social. En Madrid, sin ir más lejos, algunas viviendas sociales en las últimas décadas han intentado aflorar este debate sin encontrar en muchos casos opiniones justas; hablo de los intentos de la EMV a través de edificios de FOA o MVRDV, por ejemplo, que los usuarios y la sociedad, casi de forma unánime, juzgaron banales o desafortunados.
En cuanto a la vivienda privada, ya en el interior, Houzz, entre otros, se han hecho eco de algunos de los arquitectos (y sus propuestas) que con más acierto están trabajando en esta dirección. Gonzalo Pardo, enorme Estudio o Elii (en la imagen superior), por citar sólo unos pocos, son auténticos prestidigitadores espaciales cuyas viviendas son realmente flexibles a través del espacio y el mobiliario, y han apostado por un trabajo ecológico serio en materiales y en la incorporación de la naturaleza al ámbito doméstico, en la medida de lo posible.
Habitar el futuro: 5 proyectos que adelantan nuevos caminos
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Urbanizaciones turísticas en Tenerife (2006). Fotografía: José Mesa. Licencia Creative Commons
4. La dicotomía entre deseo y realidad: Naturaleza y urbanismo
Hace poco José María Ezquiaga hablaba de la huida al campo como consecuencia de la pandemia y el temor a posibles futuros confinamientos como una moda que pasaría. Como experto arquitecto y urbanista, no parece que esté equivocado y es que además, hace tiempo que Jane Jacobs y otros muchos autores criticaron de forma demoledora el sueño americano de una casa y un jardín en las afueras de la ciudad, por sus muchos problemas relacionados con las infraestructuras y el gasto energético. A pesar de ello, en Europa se ha apostado en muchas ciudades por esos desarrollos horizontales cuya ausencia de densidad y complejidad ha conducido a espacios distópicos carentes de emoción y de la posibilidad de desarrollar un proyecto social de vida en común.
Así, la cuarta y última reflexión es la búsqueda de un equilibrio que haga posible el deseo de vivir más cerca de la naturaleza sin devastarla, o lo que es lo mismo, acertar en las dimensiones, conexiones y relaciones del medio urbano, a medio camino entre la baja densidad de la España vaciada y la hiperdensidad de las grandes metrópolis, es el reto de las próximas décadas, y en él, todos debemos estar atentos y ser generosos quizá, aceptando los límites de lo que deseamos frente a lo que podemos ser.
¿QUÉ OPINAS?
¿Hacia dónde van a evolucionar nuestros hogares y ciudades? Esperamos tus comentarios
4. La dicotomía entre deseo y realidad: Naturaleza y urbanismo
Hace poco José María Ezquiaga hablaba de la huida al campo como consecuencia de la pandemia y el temor a posibles futuros confinamientos como una moda que pasaría. Como experto arquitecto y urbanista, no parece que esté equivocado y es que además, hace tiempo que Jane Jacobs y otros muchos autores criticaron de forma demoledora el sueño americano de una casa y un jardín en las afueras de la ciudad, por sus muchos problemas relacionados con las infraestructuras y el gasto energético. A pesar de ello, en Europa se ha apostado en muchas ciudades por esos desarrollos horizontales cuya ausencia de densidad y complejidad ha conducido a espacios distópicos carentes de emoción y de la posibilidad de desarrollar un proyecto social de vida en común.
Así, la cuarta y última reflexión es la búsqueda de un equilibrio que haga posible el deseo de vivir más cerca de la naturaleza sin devastarla, o lo que es lo mismo, acertar en las dimensiones, conexiones y relaciones del medio urbano, a medio camino entre la baja densidad de la España vaciada y la hiperdensidad de las grandes metrópolis, es el reto de las próximas décadas, y en él, todos debemos estar atentos y ser generosos quizá, aceptando los límites de lo que deseamos frente a lo que podemos ser.
¿QUÉ OPINAS?
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La primera reflexión tiene que ver con una normativa, si no heredada, sí aún muy deudora de las ideas de la arquitectura moderna de hace ya un siglo. Hablo de la Alemania de los años veinte y el existenzminimum: aquellas discusiones posteriores a la Primera Guerra Mundial sobre unos estándares mínimos necesarios para que una vivienda fuera decente en cuanto a dimensiones, iluminación y ventilación, fundamentalmente.
Todo ello fue muy útil en un momento donde era necesario obligar a los contratistas a construir habitaciones ventiladas –por ejemplo dormitorios que poco antes eran simples camastros en una suerte de armarios empotrados– o cuartos de baño, antes inexistentes como bien se sabe. La arquitectura moderna ayudó a la erradicación de no pocas enfermedades contagiosas y hay ejemplos magníficos como el Sanatorio de Paimio, de Alvar Aalto, que supera las limitaciones de la vivienda y propone un edificio donde curar enfermedades respiratorias en ambientes ventilados de aire puro.