Decoración
La explosión estética de los 90 reconquista la decoración
El estilo de los 90 se actualiza para volver a estar presente, en pequeñas dosis, en nuestros hogares.
La década de los noventa representa la explosión de todas las tendencias acumuladas e incompletas del siglo XX. La convivencia de lo nuevo y de lo viejo, de la televisión y de la música, de los ordenadores y de las pilas… fue determinante en los hogares de finales del siglo pasado. Aquella estética, un tanto ecléctica, parece estar de vuelta para sacar a los interiores actuales de su sobriedad.
La moda es cíclica, todo vuelve. Con esta afirmación no estamos descubriendo la pólvora, ni mucho menos. Igual que hace cuatro días volvieron los ochenta, ahora parece que los noventa le están empezando a tomar el relevo. La década del establishment, del desarrollo tecnológico y de la cultura pop ha regresado, pero lo está haciendo en pequeñas píldoras y, de momento, solo los valientes se atreven a abrirle la puerta de su casa. Aunque fue una época maravillosa, conviene separar lo emocional de lo material y no recuperar malas praxis, así que olvídate de volver a colgar aquel póster de Leyendas de Pasión que todavía guardas. Luz verde, sin embargo, para composiciones con portadas de discos como la de la imagen.
Mueble-bar, derivados y sucedáneos. En los noventa los televisores eran de un tamaño mucho mayor que los actuales, las habitaciones estaban repletas de libros –porque el e-book o las tabletas no eran todavía ni proyecto–, y las estanterías de fotos. Almacenábamos todo lo imaginable, porque teníamos muchas más cosas analógicas, así que se hacían imprescindibles las soluciones multiusos que aprovecharan cada rincón.
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A falta de aplicaciones… ¿Quién tiene hoy en día un despertador a pilas sobre su mesita de noche? Ahora, quien no se despierta con el smartphone lo hace con el amanecer “discreto” de su compañero de piso. Por el contrario, hace 20 años la irrupción del sueño llegaba de la mano de un pitido o, en el mejor de los casos, por medio de un aparato que después de imitar el canto de un gallo te decía good morning. Aunque la función original de un despertador ya no tenga mucho sentido, sigue siendo un elemento que funciona muy bien en la decoración del dormitorio. Colócalo junto a una cámara de fotos y unos libros, creará un conjunto con un toque muy analógico.
Ladrillo a la vista. Esta es una tendencia que comenzó a nacer en aquella época, siendo una estética frecuente en las casas de las grandes ciudades. Los primeros pc disponibles para jugar al Buscaminas estaban, seguramente, en apartamentos de este tipo. De los noventa hay mucho que olvidar, pero también nos dejaron cosas que aún hoy pueden inspirarnos de forma positiva. Aquella decoración distaba mucho de la actual, en la que hasta hace bien poco dominaban los colores neutros y el estilo minimalista pero que, como vemos, comienza a abandonar la extrema sobriedad de los últimos años incorporando referencias de otras épocas más recargadas.
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O nada absolutamente a la vista. Otro clásico de los noventa eran los muebles destinados a esconder el televisor, la cadena de música o la videoconsola. No sabemos si es que estaba mal visto tenerlo a la vista, pero lo cierto es que estaba de moda simular que tenías una pared de madera en lugar de un centro de ocio. Este tipo de muebles tienen su público y, con el paso de los años, se han ido renovando y adaptando a las nuevas tendencias en materia decorativa. Una composición sobria y de líneas rectas, como la de la fotografía, es un buen ejemplo de cómo fusionar ambas épocas, ahora que los televisores no son tan grandes y estorban menos visualmente.
Buenos tiempos para la prensa en papel. Aquellos fueron años maravillosos para los medios de comunicación. Internet aún no era una realidad accesible a cualquiera y los periódicos y revistas se vendían como churros, tanto un miércoles como un domingo. Al final de la semana en un hogar se concentraban más publicaciones de las que una mesa de centro podía abarcar. La solución pasaba por tener uno o dos revisteros. Si eres de los que aún compra papel, debes hacerte con uno. De hecho, las publicaciones en papel viven un auge gracias a los románticos empedernidos como tú.
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No sin mi cabecero. Nadie se planteaba no tenerlo, sin embargo en la actualidad somos muchos los que vivimos sin coronar nuestra cama. Sin embargo, veinte años atrás nadie se planteaba prescindir de él y si este era tapizado, mejor que mejor. Formaba parte del paquete que uno demandaba en la mueblería al comprarse una casa; sí mueblería. Hace no tanto tiempo las personas elegían los muebles de sus casas en tiendas físicas y cuando te llegaban a casa hasta otros se encargaban de montártelos. Tampoco existía discusión posible en cuanto a la ropa de cama; todo el mundo se cubría con edredón y sábanas de franela en invierno y colcha y sábanas de lino en verano. Para cumplir con la estética vigente en aquella época, edredón, cortinas y alfombras deben ir a juego sin lugar a excepción.
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Sombra aquí, sombra allá. El tocador era un tipo de mueble muy habitual a finales del siglo pasado, aunque las labores que se llevaban a cabo en él han terminado por trasladarse al baño. Desde luego, si tu dormitorio es pequeño es lógico que descartes la presencia de un tocador, pero si dispones de un cuarto amplio te invitamos a reconsiderar esta opción porque, sin duda, en una versión actualizada puede ser todo un acierto y seguro que terminas por encontrarlo de lo más útil.
¿Y TÚ?
¿Qué elemento decorativo de los noventa rescatarías? ¿Alguno que no hayamos mencionado? Cuéntanoslo en la sección de comentarios.
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